Qué es

Páginas: 297 (74150 palabras) Publicado: 12 de diciembre de 2010
VIEJO SIGLO XX
Joe Haldeman

2005, Old Twentieth
Traducción: Pedro Jorge Romero





PRÓLOGO
1915

El olor de la muerte siempre va contigo, como el de una mancha aceitosa y podrida en el fondo de la boca. El ron no lo lava y los cigarrillos baratos no lo ocultan. Ese olor es un condimento nada apreciado con cada bocado de raciones.
Nunca ha sido peor que hoy. Miles de muertoscociéndose y pudriéndose bajo el sol de Gallípoli, y yo en el destacamento de enterramiento.
Tres días antes, los turcos habían amasado lo que consideraban una fuerza insuperable y nos habían atacado como a las tres de la mañana, en silencio, lo que no dejaba de ser raro; normalmente gritaban Alá esto o Alá aquello, haciendo atronar las cornetas.
Pero estábamos sobre aviso, nos habíamospreparado, y fue como disparar a las palomas. En la mayor parte de la línea Anzac tenían que cubrir cien o doscientos metros entre sus trincheras y las nuestras. Muy pocos de ellos se acercaron lo suficiente como para lanzar una bomba, aunque algunos se acercaron bastante como para comprobar lo que un australiano puede hacer con una bayoneta en la mano y a la espalda sólo un acantilado que cae al mar.Por tanto la Tierra de Nadie se convirtió en un osario en el que cientos de hombres heridos susurraban, gemían o gritaban pidiendo ayuda, y ésta no llegaba. Ofrecer ayuda sería un suicidio. Los tiradores de ambos lados veían perfectamente hasta el último centímetro cuadrado de terreno bombardeado, y los mejores podían acertar a cualquier punto.
Pero los turcos sabían tan bien como nosotros que nosseparaba un caldero de pestilencia y de tragedia. Si no quemábamos o enterrábamos pronto esos cadáveres, todos correríamos riesgo de infección. Por tanto, se produjo un ataque provisional de sentido común, como sucede a menudo en cualquier guerra, incluso en ésta tan absurda: sus generales se reunieron con los nuestros bajo una bandera blanca y acordaron una tregua de nueve horas para enterrar alos muertos y recoger a los heridos que hubiesen sobrevivido. Durante toda la noche intercambiamos fuego de rifle y artillería, pero se apagó justo después del amanecer.
A las seis y media, nosotros los escogidos (la mayoría, incluyéndome a mí, elegidos por insubordinación) partimos a ejecutar la horripilante tarea. Hacía frío, y la lluvia caía como una cascada, pero agradecíamos ambascircunstancias, porque mitigaban temporalmente el olor.
Observábamos a nuestros equivalentes del otro barrio, el destacamento de enterramiento de los turcos, al principio con suspicacia pero, con el paso del tiempo, acabábamos viéndonos con algo que se aproximaba a la camaradería, sólo como un grupo de hombres obligados a realizar nueve horas del trabajo pesado más repulsivo y penoso. Empleamos picos parasoltar la tierra rocosa y excavar tres largas fosas comunes, una para Anzac, una para los primeros mil cuerpos turcos, y una para el resto de los turcos y el gran número de cuerpos de ambos bandos que no se podían identificar.
A la diez ya había dejado de llover y el sol pegaba con fuerza. Los cuerpos mostraban posturas espantosas, muchos de ellos paralizados en posición de correr, con la bayonetacalada en los fusiles cruzados sobre el pecho o dispuesta para atacar, como si un hechizo mágico los hubiese congelado al instante. Muchos sufrían ya el rigor mortis, y hacían falta dos o tres personas para arrastrar un cuerpo hasta el borde de una fosa y arrojarlo dentro. Es curioso cómo los muertos son mucho más pesados que los vivos; durante la batalla, cualquiera de nosotros hubiese podidocargar con uno de ellos. Es como si al desaparecer la chispa vital, se llevase con ella una especie de ligereza física, como el gas helio o hidrógeno, que en la vida nos mantiene separados del suelo, de la tierra, hasta que nos toca la hora de unirnos a ella.
Yo trabajaba en la fosa de en medio, que podría considerarse la peor, ya que estaba ocupada en su mayoría por fragmentos imposibles de...
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