Que pasa Mendoza
Melbourne, Australia (INS).- El general Surdee, Jefe de Estado Mayor del Ejército Australiano, declaró hoy que no veía muchas posibilidades de evitar una tercera guerra mundial entre el mundo occidental y la URSS y sus satélites.
¿Por qué frente a ella todos mis argumentos se desvanecen y no sé qué decir? Estaba ante su tocador, arreglándose. Las piernas cruzadas,enseñando los muslos. Hosca, agresiva, omnipotente. Y los muslos…
-Esta situación no es posible, Guillermina, tenemos que buscar una solución.
-¿Cuál situación?
¡Ah, si pudiera golpearla! (¿Dónde estará ahora? ¿A qué horas llamará?)
-Ésta entre tú y yo. Tenemos que hacer algo…
-¡Pero qué quieres que hagamos! Otra vez vamos a hablar del mismo asunto sin llegar a ningún lado.
-Es forzoso hacer algo,Guillermina. No puedo seguir así.
-¿Qué pretendes, qué quieres? ¿Qué te diga que estoy enamorada de ti, que te quiero mucho?
-No, eso no; pero…
Sí, eso era. ¿Qué iba a decirle? ¿Por qué no tengo palabras, si las sabía tan bien? No se recató de pretextar una gran exasperación.
-¿Pero qué no comprendes que no podemos hacer nada?
-Eso es lo terrible, esta sensación de que no se puede hacernada. Necesito hacer algo.
-Es inútil, Jorge- y estaba dibujándose los labios cuidadosamente otra vez. El pincel quedó en sus manos; sus labios, rojos-, ya te lo he dicho. No tienes que hacer nada. Tienes que trabajar, tienes que pensar en otras cosas.
Mis puños apretaban la impotencia. Nuevamente el pincel tiñendo sus labios. Sus pestañas, negras, provocativas, sobre unos ojos convertidos paramí en enigmas. Y todo el cuarto impregnado de ella, de sus afeites. ¡Ella! ¡Ella! ¿Qué es un hombre en un cuarto que tiene todo el aroma de la mujer que se ama y se odia? ¿De qué vale toda una decisión ante la estrategia de un tocador?
Yo quería gritar y mis palabras eran una imploración:
-¿Cómo quieres que trabaje, cómo quieres que haga otras cosas si vivo con la sensación de que ya no mequieres, y esa sensación, la de que te estoy perdiendo, me aniquila, me quita fuerzas, me enloquece? ¡Por favor, Guillermina…!
El pincel cayó sobre el tocador. Sus manos estiraron las medias, enérgica y suavemente. Todo el cuello desnudo. La bata abierta y emergiendo entre ella la pierna, elástica, en una confusión de carne y de seda. Y la pierna apuntaba hacia mí…
-Pero ya te he dicho que tequiero. No puedo estártelo repitiendo a cada segundo. Compréndelo, Jorge, me exasperas. No quiero ya hablar de estas cosas…
----Personas perecieron en un ataque aéreo nacionalista a la ciudad y puerto de Nig-Po. Los rojos amenazan con atacar la isla baluarte de Formosa.
¡No puedo pensar en lo que a mí me interesa! Tengo que estar prendido a los boletines que llegan por teletipo o por teléfono desdelas agencias norteamericanas de noticias en Nueva York, para dar una síntesis cada hora; a través del noticiero de radio del periódico en que trabajo.
Y yo necesito concentrarme en mi dolor, analizar esta tortura que me agobia. ¿Dónde está la verdad? ¿Quién de los dos es el que ha fallado? Aún oigo sus amargas palabras de reproche: “Te di un amor como nadie te lo ha dado. Un amor limpio,absoluto. ¿Y qué hiciste con él? Lo tiraste por la ventana. Creí que serías mi compañero, mi novio, mi amante, todo lo que yo esperaba en la vida. Y tú los has tirado todo, todo… ¿Cómo no quieres que te escupa mi amargura? Has matado un gran amor, quizá mi último amor. Todo te lo di y ¿qué me ha quedad? Estoy más sola que nunca; sola, sola… ¡Vete! Hoy no soporto verte…”
Mi cerebro acabará por estallar.Estoy enfermo. No uedo sino pensar en ella, en estas cosas. Hay que hacer algo, escapar a esta desesperación. Es terrible sufrir así…
Ahí llega Ernesto Julio. Entra en la redacción como si trajera la noticia para la cabeza de primera plana. No tengo ganas de hablar con nadie. Pero, claro, él vendrá a interrumpirme y tendré que soportar el estruendo de su corbata, su saco sin solapas, su...
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