¿Quien Le Tiene Miedo A Demetrio Latov
LA SEÑORITA ROTTENMEIER PASA UN DIA AGITADO
A la mañana del día siguiente, cuando Heidi se despertó que¬dó extrañada de cuanto la rodeaba. Se restregó con fuerza los ojos, miró de nuevo y comprobó que lo que había visto era real: estaba sentada en un gran lecho blanco; ante ella se extendía una gran habitación que le parecía un desierto; largas y blancas cor¬tinas dejaban pasar la luzprocedente de las ventanas. De súbito recordó que estaba en Frankfurt.
Saltó del lecho y se arregló en un santiamén. Era todavía muy temprano. Heidi estaba acostumbrada a levantarse con la luz de la aurora. Como un pajarillo que se viera por primera vez en¬cerrado en una bella jaula de oro y que, volando de aquí para allá, tratara de atravesar cada uno de los barrotes de su prisión para lanzarse alaire libre, Heidi iba de una ventana a otra, inten¬tando abrirlas para ver el sol, la hierba verde, las últimas nieves que se derretían en las laderas de la montaña y, en fin, todo aquello que tanto le gustaba contemplar. Aunque tiró, golpeó y trató de introducir los dedos en las rendijas, las ventanas conti¬nuaron cerradas herméticamente. Cuando vio que todos sus es¬fuerzos eran inútiles, renuncióa abrirlas y se dio a pensar en qué forma podría salir en busca de un prado. Recordaba muy bien que ante la vivienda sólo existían calles adoquinadas. En aquel pre¬ciso momento sonaron unos golpecitos en la puerta y Tinette aso¬mó la cabeza y dijo con brevedad:
-El desayuno está servido.
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Clara, que estaba en el comedor hacía ya un buen rato, saludó a Heidi afectuosamente.
El desayunotranscurrió sin dificultades. Heidi comió su tosta¬da con perfecta corrección. Cuando concluyeron, Clara fue con¬ducida en su sillón de ruedas a la sala de estudio y la señorita Rottenmeier ordenó a Heidi que permaneciera con ella hasta que llegara el señor profesor.
Fue para Heidi una gran sensación de alivio saber por Clara que las ventanas podrían abrirse y que incluso podría asomarse por ellas,pues aún estaba la niña bajo la impresión de hallarse encerrada. Después Clara empezó a hacerle preguntas sobre la vida que ella llevaba en su cabaña y Heidi le habló animadamente de los Alpes, de las cabras y de los pastos. Mientras las niñas hablaban, había llegado el señor profesor, pero la señorita Rottenmeier, en vez de conducirlo, como tenía por costumbre, a la sala de estudio, le hizo pasar alcomedor para informarle, haciendo sa¬ber al profesor el error que había sufrido respecto a aquella cria¬tura y enumerando todas las ocasiones en que Heidi había dado prueba de una falta absoluta de los principios más elementales. Frente a aquel terrible estado de cosas, ella no veía más que una solución: la de que el señor profesor, después de haber probado a la niña, declarase que dosnaturalezas tan diferentes no podrían permanecer juntas sin perjuicio de la más adelantada. Esta razón parecería muy seria al señor Sesemann y le llevaría a romper el compromiso, restituyendo a Heidi al lugar de donde procedía.
Pero el señor profesor era muy circunspecto y no consideraba jamás los asuntos por un solo lado. Consoló a la señorita Rottenmeier a fuerza de palabras y emitió la opinión de quesi, por una parte, la niña estaba muy atrasada, podría ser que en otro aspec¬to estuviera más adelantada. Por lo tanto, con una buena ense¬ñanza se lograría un perfecto equilibrio. Entonces, viendo que no hallaba apoyo en el señor profesor, la señorita Rottenmeier le hizo entrar en la sala de estudio, adonde se guardó muy bien de se¬guirle, pues le horrorizaba el alfabeto. Comenzó a dar paseos a lolargo y a lo ancho del comedor. De súbito, sus reflexiones fueron interrumpidas por un cierto rumor que provenía de la sala de es¬tudio, acompañado de gritos que reclamaban la ayuda de Sebas¬tián. La dama acudió asustada y presurosa. ¡Qué espectáculo! En el suelo yacían amontonados todos los libros, los
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cuadernos, las plumas y el tapete de la mesa, por debajo del cual se deslizaba un negro...
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