Quien no se llama carlos
Fabio volvió a describirle a Carlos. Le repitió que Carlos era su gato y que lo buscaba. Esta vez, el guardián parecía escucharlo con mayorinterés. Tenía muy abiertos los ojos y, con el índice derecho, trataba de aguzar su oído. Por último, levantó el dedo con un signo triunfal.
—¡Ajá! —gritó—. Nunca me equivoco.
—¿Que nunca se equivocaen qué?
—Tú eres sudamericano.
Ésa no era la conversación.
—¿Me equivoco?
El chico no le contestó.
—Ya me decía yo, “qué raro habla este muchacho”. Da la casualidad de que soy de México,y nada menos que de Michoacán, en donde viven los bravos.
Su nombre era Lupito Maldonado.
—Pero me puedes llamar Chamaco. Así me dicen mis amigos.
Era veterinario práctico, pero habíaejercido muchos otros oficios. Eso le había permitido vivir en su país y sobrevivir en los Estados Unidos.
Señaló a uno de los gran daneses y le pidió que lo observara. Así lo hizo.
—Ahora, salúdalo.Se llama Sebastián.
—¡Hola, Sebastián! ¿Cómo estás? —dijo para seguirle la broma.
El perro se le quedó mirando asombrado.
—Muy bien, señor. Y usted, ¿cómo se llama? —le respondió.
Fabio nopodía creerlo.
—Le estoy preguntando su nombre —insistió el perro Sebastián.
El joven volvió el rostro hacia Lupito, quien no podía contener la risa.
—Uno de mis oficios en México era el deventrílocuo.
Agregó que también podía imitar las voces de algunos animales como el caballo, la jirafa, la paloma, el gato y el perro.
Pero Fabio quería hacerlo volver al tema, y le preguntó otravez si había visto a su gato.
—Lo tengo frente a mí —dijo el sonriente Lupito.
Fue más claro.
—Tú eres tu gato.
Fabio se sentó a escucharlo. El tipo le dijo que los hombres y los gatoshabían sido fabricados del mismo barro sobre el cual el Señor dio un soplo bondadoso.
—No somos otra cosa que barro y esperanzas —aseguró Lupito. Explicó—:
—No sé si lo estoy repitiendo o si lo...
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