RAFAEL EL AMIGO

RAFAEL, EL AMIGO
Luis de la Barreda Solórzano
Sabemos de Rafael Ruiz Harrell como escritor, filósofo, sexólogo y criminólogo, oficios en los que destacó por su talento, agudeza y originalidad, motivo por el cual podemos calificarlo sin rubor como un hombre renacentista evocando a aquellos hombres del Renacimiento a los que nada de lo humano les era ajeno y que cultivaban brillantemente lasletras, la pintura, la música, los artificios culinarios, las ciencias naturales, las técnicas, etcétera, brillando en todas esas artes y disciplinas.
Ahora voy a referirme a Rafael como oficiante de otra de las grandes artes de la vida, que también ejerció notablemente y en la que quizá fue aun superior que en las ya mencionadas: la amistad. Rafael fue siempre un amigo generoso, leal, interesado entodas las cosas que importaban o afectaban a sus amigos, solidario, compasivo, intenso, divertido, sincero, abierto, compartido.
Voces conformistas sentencian que nadie es imprescindible. Falso: hay personas y cosas insustituibles, cuya ausencia deja un vacío inapelable. Tal vez el mundo subsistiría sin los océanos o sin los bosques, sin los mitos o sin el canto, sin la poesía o sin los besos, peroya no sería el mismo: habría perdido algunas de sus mayores riquezas, una parte sustancial de su magia. Sin Rafael el mundo no es el mismo: se ha empobrecido irremediablemente.
Si tuviera que elegir un solo adjetivo para calificarlo, diría que fue un hombre voluptuoso, pues Rafael disfrutaba la vida con intensidad tan profunda como la de la música que lo seducía. Lo mismo al comer que al beber, alescuchar un concierto, al leer, al narrar un suceso, al atender un relato o una reflexión, al disertar sobre cualquiera de los temas que lo apasionaban, o al contemplar a una mujer guapa, Rafael gozaba con toda el alma y contagiaba su gozo a sus acompañantes. Nunca olvidaré las comidas con él, en las que yo no terminaba de sorprenderme de su sabiduría, su ingenio y su vitalidad.
Lo recuerdodevorando cortes de carne de ochocientos gramos acompañados de queso asado, chorizo, pan, papas fritas, whiskey y vino. Cada bocado, cada sorbo los emprendía con alborozo, y a su deleite gastronómico sumaba el de percatarse que tenía cautivados a sus escuchas con su conversación chispeante. Era como si los placeres de la buena mesa inspiraran su charla.
Así me contó de su enamoramiento a primera vistade su Beatriz, el amor de su vida, la bellísima muchacha brasileña con quien haría una investigación criminológica que nunca se realizó porque desde que la vio quedó deslumbrado —como muchos siglos antes Dante por su Beatriz florentina— y tuvo el antojo de hacer muchas cosas con ella, entre las que no estaba incluido un trabajo académico. Cuando Beatriz vino a México para vivir con él, Rafael lasedujo aún más e irremisiblemente con un recibimiento apoteósico: mantas de bienvenida, alfombra roja, iluminación romántica, música, globos de colores, vino, poesía… el mundo puesto a los pies de la mujer amada, como correspondía a un ser legendario como Rafael.
Así me contó que una vez, al terminar una de sus relaciones amorosas anteriores a Beatriz, se sentó en el patio de su casa con unapistola en la mano y una idea lúgubre. Pero Rafael era un enamorado de la vida y la vida también estaba enamorada de Rafael. Así que quiso la vida que en esos momentos Rafael pusiera su atención en una tubería que tenía ante sí y decidiera tomarla como blanco para probar el arma. Felizmente, el impacto de la bala provocó una copiosa fuga de agua, tan aparatosa que Rafael puso todos sus afanes entaparla, lo que hizo que olvidara los pensamientos sombríos.
Así me contó de sus conversaciones con su maestro Bertrand Russell, de sus disquisiciones filosóficas, de cómo abrevaba en las palabras del eminente pensador. En cierta ocasión le preguntó si la vida tenía sentido. El filósofo británico le respondió a su joven alumno: “No lo tiene, pero podemos dárselo”.
Así me habló de libros y películas,...