ramayana


Capítulo 2 - El Zeff de los Dioses
—Son los yatavas —dijo Laksmana, acercándose a su hermano una vez que hubo explotado el monstruoso humanoide—. Son una horrorosa combinación entre hombre y animal. Una ciudad los ha armado y esclavizado para aterrorizar al mundo entero.
Rama escuchaba atento a su hermano, en silencio y mirando hacia aquella oscura mancha en el suelo, originada tras larepentina explosión; explosión que había incluso arrancado de raíz a algunos árboles, y los pocos que se salvaron quedaron doblados, con su follaje en cascada, con forma de cabellera de mujer. “Sólo en ocasiones especiales los yatavas suelen venir acompañados de los raksasas”, terminó diciéndole, haciendo la necesaria pausa para añadir algo más pero que se negó a decir.
—No se sabe cuál es la ciudadque ha engendrado a estas horrorosas criaturas. Se sospecha de varias ciudades y que tienen aliadas; su número crece por cada día. Esto… es una guerra secreta, Rama.
—Una guerra… —repitió Rama, algo escandalizado.
Regresaron a donde dejaron atrás el remolque. Rama le dijo en el camino que de saber que existían los yatavas, jamás le habría acompañado, a lo que éste respondió que los yatavasraramente se dejaban ver. “Algo debe haber en ese remolque para que se haya mostrado de la forma en que lo hizo, y que debe ser muy importante para que intentara matarnos… Ellos por lo regular no atacan”, le dijo. “Utilizan un camuflaje que refleja la luz, lo que los vuelve podría decirse… invisibles. Cargan con una tecnología impresionante que no parece de este mundo. Y ocurre que luego de matarlos ocapturarlos, éstos explotan inmediatamente, imposibilitando así su estudio”. Laksmana había tenido un entrenamiento militar adjunto a sus estudios pre-universitarios, así había sabido de los yatavas. Laksmana era un líder en el bosque, y su hermano por primera vez lo vio distinto.
El hombre que salió del remolque y los invitó a entrar dijo tener bastante tiempo viviendo fuera de las ciudades. Aeste tipo de personas se les conocía como anacoretas, la única gente capaz de sobrevivir en las afueras de las ciudades, dentro de la selva o bosques.
—Esta es la primera vez que me ataca un yatava —dijo el hombre de barba gris y cejas pobladas, parecía viejo, pero no lo era. Su cabeza se asemejaba a una gran bola: su cabello se enchinada hacia arriba y se veía gracioso porque su cuerpo eraesquelético, demasiado frágil para cargar con esa enorme cabeza.
Visvamitra, siendo un hombre de ciencia había buscado comprender los misterios de los rituales que llevaban a cabo los anacoretas, en sus ceremonias; y aunque al principio tuvo decepciones por las burlas de sus compañeros, no abandonó su intención obstinada, y perseveró para ser aceptado entre las comunidades de los anacoretas: paraaprender de sus “magias”. “El precio fue bastante caro y fue muy difícil”, dijo con melancolía reflejada en la desgastada voz. Cuando se enteró que Ayodya había aceptado los rituales decidió regresar a su ciudad natal: Mitila. “Sólo que fui sorprendido”, dijo, y se le escapó una risa espontanea, sincera. “El yatava estaba esperándome; ignoro cómo, pero seguramente se enteraron que... Gracias a los diosesque ustedes lograron escucharme”.
Todo estaba desordenado dentro del remolque: muchos libros, hojas sueltas y objetos de papelería en el piso -que ahora eran recogidos por el anacoreta-. Tenía una colección de frasquillos etiquetados y ordenados alfabéticamente sobre un estante, como si fuera un ermitaño curandero. Tenía también artilugios extraños que colgaban de las paredes metálicas, comocollares de cristales y efigies de piedra y de barro. Los jóvenes lo ayudaron a levantar el desorden, al menos lograron apartar los obstáculos de su paso precavido, dejando limpio un angosto pasillo, o eso creyeron que hicieron. Luego el anacoreta trajo una caja rectangular, de metal, y, tomándose su necesario tiempo introdujo una clave sobre un candado digital; la caja se abrió.
—Este es el...