Raro
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lo, pero una vez allí —con esa montaña de información al alcance de sus manos— sintió que lo que correspondía era tantear. Era como estar al lado de un abismo y no asomarse. Inventó una duda falsa para justificar suindiscreción. Y así, con el fondo del ruido lluvioso de la ducha, con las voces en inglés de la televisión hablando entre sí, del modo más fortuito jamás imaginado, encontró esos correos incriminatorios entre Lucía y Nicolás, uno de los socios de la empresa consultora donde ella trabajaba. Eran correos de hacía dos meses. Correos que hablaban no de uno sino de varios encuentros sexuales furtivos, de lanecesidad de verse otra vez, de hacer planes para estar juntos. Con esos correos —sobre todo con los de ella, escritos con un ardor oculto que lo conmocionó— Raro encontró la impensada recompensa a sus celos postizos. Lucía, evoca Raro desde el taxi, adoraba bailar esa canción: seguía la coreografía como si la hubiese inventado y paporreteaba la letra sin equivocarse en una sola estrofa. Pese aque detesta la cumbia por considerarlo un género horrendo, adefesiero, hacía el esfuerzo de bailarlo por complacerla. Mover el cuerpo sin compás bajo la dictadura de ese ritmo insípido que no daba tregua, representaba para él no solo una tortura física sino una concesión estética. Si lo toleraba, era únicamente por Lucía. Bailar cumbia era su manera de decirle te quiero. Pero eso era hasta haceveinticuatro horas, cuando todo funcionaba, o parecía funcionar. Ahora de lo último que tiene ganas es de bailar. Al descubrir a Lucía, Raro la encaró sin respeto, la insultó en medio de pesados lagrimones, la dejó articular a medias unas explicaciones con sabor a coartada. Una vez en casa, en un estallido de encono, se dedicó a borrar sus coordenadas del mapa: la expectoró del Facebook, la sacó delSkype, la bloqueó del Twitter, la eliminó de la lista de contactos del celular. No satisfecho con eso,
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despedazó sus fotos, descuartizó las muñecas de trapo que ella misma había confeccionado para su aniversario, echó en una bolsa negra sus cartas, dibujos y regalos (menos los libros, las películas, los posters). Raro creyó que sería fácil acostumbrarse a odiarla pero se equivocaba:Lucía era un fantasma rebelde. Una revoltosa alma en pena. Debía aprender a ahuyentarla de su espacio vital, mantenerla fuera de su territorio, pues aún tenía el poder de infundirle cierto pánico, de asustarlo en puntuales circunstancias: cuando la música tropical se colaba en sus oídos, por ejemplo. Tras verse desenmascarada, ella pretendió comunicarse para explicarle los indefendibles motivos de...
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