Rayuela
Saltar en la rayuela de Cortázar implica tener el equilibrio suficiente para no caer en la desesperación de tirar la piedra al no entender un juego de capítulos que parecen acercarnos alfinal, pero que en un momento más nos devuelve paginas atrás; tal y como sucede en la cotidianidad de nuestras vidas, en las que las cosas no suceden como en un cuento de hadas y se da en cambio al ritmode nuestros intereses, de las circunstancias y de los otros, que marcan nuestras vidas.
Como mala jugadora de rayuela no atinaba mi piedra las casillas y tuve que volver a empezar una y otra vez. Elcielo, poder decirme que leí Rayuela. A la par que jugaba a ser lectora activa, la metáfora de la rayuela de mi vida empezó a dibujarse y hubo momentos en que no era Oliveira, ni la maga, ni unosniños que jugaban sino yo, yo en mi libro, yo en mi rayuela. Aunque mi encuentro con esta obra debió suceder antes, como cuando la curiosidad me llamaba a leerla ya quien nunca hice caso; ahora acosadapor una necesidad que me impone una casilla de mi rayuela, la leo, y en ese juego de palabras, muchas en francés, muchas en inglés, en orden sintáctico diferente, encuentro que llegó en un momentoclave, justo cuando necesitaba leerla
Pero sin duda leer esta novela contemporánea se convirtió en el reto de una lectora voraz, pasiva, no hembra (como mal dice Cortázar) para entrar en el ritmo de unanovela que no rumia por mí y que al contrario molesta mi costumbre lineal con su ir y volver. Es interesante que la confusión que generó me hiciera sentir como el capitán de un barco que no loabandona, aunque este zozobre ante las gigantescas olas. Y lanzo la piedra porque quiero, porque quiero llegar al cielo. Saltando de la mano de Oliveira, casilla por casilla, con todas las equivocaciones ysalidas en falso; reiniciando el juego para tomar impulso y llegar hasta la cima y por momentos en un juego desesperado hacerle trampa a la vida, a la rayuela, y caer desde la ventana directamente al...
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