Recuerdo de la medianochd
RECUERDOS
DE LA
MEDIANOCHE
EMECÉ EDITORES
Título original: Memories of Midnight
Copyright © 1990 by Sheldon Literary Trust
© EMECE EDITORES, S.A. 1990
Alsina 2062. Buenos Aires, Argentina
© EMECÉ MEXICANA
EDITORA Y DISTRIBUIDORA, S.A. DE C.V. 1990
Vito Alessio Robles No. 140
Col. Florida,México 01030, D.F.
Primera Edición, Septiembre 1990
ISBN: 968—7152—65—6
No. 8756—30
Impreso en Argentina
A Alexandra, con cariño
No me entonen canciones a la luz del día
Porque el sol es enemigo de los amantes.
En cambio canten a las sombras y las tinieblas
Y a los recuerdos de la medianoche
SAFO
[pic]Prólogo
Kowloon, mayo de 1949.
—Debe parecer que fue un accidente. ¿Podrá hacerlo?
Lo tomó como un insulto y sintió que crecía la furia en su interior. Uno le hacía esa clase de preguntas a algún vago que encontraba por la calle, y tentado estuvo de responder irónicamente: Sí, creo que puedo hacerlo. ¿Prefiere un accidente en el interior de alguna casa? Puedohacer que ella ruede por una escalera y se quiebre el pescuezo. La bailarina de Marsella. También podría emborracharse y terminar ahogada en la bañera. La rica heredera de Gstaad. Podría ser que ingiriera una sobredosis de heroína. De esa forma había eliminado a tres. O bien, quedarse dormida en la cama con un cigarrillo encendido. El detective sueco, en L’Hôtel de París. ¿O prefiere que ocurra alaire libre? Podría ser un accidente de tránsito, uno de avión, o también desaparecer en el mar.
Pero nada de eso dijo pues, a decir verdad, el hombre que tenía sentado ante sí le daba miedo. Había oído demasiadas historias aterradoras sobre él, y tenía motivos para creerlas. Por eso, lo único que dijo fue:
—Sí, señor, puedo hacerlo. Nadie lo sabrá jamás. —Y en el momento en quepronunciaba tales palabras, pensó: Él sabe que lo sabré yo. Entonces, esperó.
Se hallaban en el primer piso de un edificio de la ciudad amurallada de Kowloon, construida en 1840 por un grupo de chinos para protegerse de los bárbaros británicos. Los paredones habían sido derribados en la Segunda Guerra Mundial, pero había otras barreras que contenían el ingreso de extraños en esa zona: bandas deasesinos, drogadictos y violadores que merodeaban por la conejera que formaban esas calles angostas y sinuosas, esas escaleras oscuras que desembocaban en la penumbra total: A los turistas se les advertía que no debían acercarse, y ni siquiera la policía se aventuraba a trasponer la calle Tung Tau Tsuen, de los alrededores. Desde ese piso alcanzaba a oírse el rumor de la calle y el discorde sonidopolíglota de las diversas lenguas que hablaban los residentes de la ciudad.
El hombre lo estudiaba con una mirada impasible, y por fin habló. Muy bien. El método elíjalo usted.
—Sí, señor. ¿La persona se halla aquí, en Kowloon?
—En Londres. Se llama Catherine Alexander.
Una limusina, seguida por un segundo auto en el que viajaban dos guardaespaldas armados, llevó alhombre a la Casa Azul, en la zona de Tsim Sha Tsui. Allí se atendía sólo a clientes especiales: jefes de Estado, artistas de cine y presidentes de grandes empresas. La gerencia se enorgullecía de su discreción. Años atrás, una de las chicas que allí trabajaban le había hecho comentarios a un periodista sobre los clientes del local, y a la mañana siguiente la encontraron en el puerto de Aberdeen:le habían cortado la lengua. En la Casa Azul se podía comprar cualquier cosa: vírgenes, niños, lesbianas que se satisfacían sin el "tallo de jade" de los hombres, animales. Era el único sitio donde aún se practicaba el arte de Ishinpo, del siglo X. La Casa Azul era una cornucopia de placeres prohibidos.
En esa oportunidad el hombre pidió por las mellizas, un par de bellezas, de...
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