Recursos Humanos
Ella, la mujer que digo, salió de los escombros de la Moda de París. Se acercó a mí. En sus labios, porque seguro que se los vi, traía estampada una sonrisa de como si me hubiera reconocido tras un chorro de años de no verme. Mas, al llegar un poco más cerca, noté que su sonrisa no tenía nada que ver conmigo. Sin embargo, fue ese elmomento cuando descubrí esos ojos suyos de jardín y en los que le saltaban, así de repente, de un ojo a otro, unos animalitos juguetones.
―Señorita…, disculpe.
―Dígame.
―Es que sus ojos…
― ¿Mis ojos?
― Tiene unos conejitos pastando en el jardín de sus ojos.
―Ah, ellos… Son conejos: pero de azúcar.
― Son un peligro.
― Nolo entiendo señor.
―Este país se quedó sin azúcar.
―Comprendo. ¿Va usted a arrancármelos para ponerlos en su café?
―No! Yo tomo mi café sin azúcar.
―Qué alivio.
―¿Nos habíamos visto antes?
―No que yo sepa. Quizás en otro diluvio. Pero si lo dice por el huracán… todos acabamos por parecernos a alguien.
Pero no lepregunté nada. Ni ella me contestó nada. Simplemente pasó frente a mí porque tenía que pasar por ahí. Distraída y muda. Hasta el infinito. Y pasó. La vi dirigirse hacia las paredes donde estaban guindadas, de manera algo improvisada, las pinturas de solidaridad con las víctimas que realizaran los pintores de la ciudad. Todas ellas, con figuraciones de agua y gente partida en trozos, o bien con dibujos deseres fantasiosos, como mujeres peces, hombres pulpos, y niños orinando mares. No faltaban en ellas, en diferentes versiones, el arca de Noé. Yo ya había visto esas pinturas, sin encontrar nada más de lo ya visto. Excepto, claro estaba, que en todas ellas no había ni siquiera una flor. Algo que acabó por desolarme más por estos días. Porque, fuera ya por mi oficio, o fuera ya por mi carácter, mequedé con la impresión de que el mundo se hundía sin flores. Y si se salvaba algo del mismo, según las versiones del arca de Noé de los pintores, era sin flores. Así que por esa y única razón, no estaba muy conforme de volver a ver esas pinturas. Y en caso de hacerlo, me prometí, traería pinceles y colores y pintaría yo mismo, en cualquiera de ellas, una flor. Quizás una guajaca amarilla, o...
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