redaccion
Esta semana santa mis padres habían quedado con unos amigos en ir a pasar unos días a Sevilla, la idea no me fascinaba pero como no tenía otra opción tuve queaguantarme. La última vez que les vi, yo era muy pequeña así que no recordaba que tenían un hijo de mi edad. Al principio la situación se empezó a arreglar, Víctor, el hijo de los amigos de mi padre era guapo,simpático y divertido y los dos primeros días nos lo pasamos de maravilla contándonos nuestras cosas. Parecía que todo iba genial cuando empezamos a hablar de en que creíamos y en que dejábamos decreer. Él, era cristiano y eso fue un choque para mí, ya que yo no creo que haya nadie ahí arriba, ni que haya algo mejor más allá de la muerte. Pero como era lo único que no me gustaba de él decidícambiar de tema sin darle importancia ya que si se la diera acabaríamos tirándonos trastos a la cabeza. Todo había quedado en una oposición de pensamientos, o eso creía yo hasta que a la hora de cenarlos amigos de mis padres nos dijeron de ir al día siguiente a ver a los nazarenos como llevaban las cruces. La idea no me gustaba pero mis padres me prometieron que no estaríamos mucho rato así que aldía siguiente nos acercamos. Estábamos viéndolos cuando mis padres, como me dijeron, nos avisaron que ya nos íbamos y dejé caer un suspiro. Víctor no me miró con muy buena cara pero ya habíamos habladode eso antes así que le sonreí y fuimos con nuestros padres.
Íbamos caminando cuando nuestros padres nos dijeron que iban a tomar algo y que si queríamos nosotros podríamos ir a dar una vuelta.Nos faltó tiempo para irnos, y sin darnos cuenta volvimos a tropezar con los nazarenos, bueno, con uno. Estaba tumbado en el suelo, por lo visto le había dado un bajón de tensión y sorprendentementelo único que le importaba era poder llevar el cristo a su destino. Víctor le juró que nosotros lo llevaríamos por él. No es que me importe jurar en falso pero a Víctor… Entonces me di cuenta de que...
Regístrate para leer el documento completo.