Reglamento de comercio en la via publica
Tratado de los delitos y de las penas
Indice
Primera edición cibernética, noviembre del 2003
Captura y diseño, Chantal López y Omar Cortés
Presentación
César Bonesana, Marqués de Beccaria, mejor conocido como César Beccaria (1735-1794), alcanzó la gloria en el campo del derecho con su notabilísima obra Tratado de los delitos y de las penas, misma que ha sidotraducida a infinidad de idiomas.
Curiosamente el primer libro que escribió César Beccaria en 1762, abordaba un tema de caracter mercantil relacionado con los desórdenes que el monetarismo generaba, pero, en mucho debido a la influencia de dos amigos suyos, los hermanos Pedro y Alejandro Verri, fue que se interesó por irse adentrando en el terreno de la en aquéllos tiempos llamada, Práctica criminal,que no era más que una especie de almanaque de derecho consuetudinario de prácticas y costumbres, que servía de base para entender todo lo relacionado con los juicios de orden penal.
El medianamente comprender ese auténtico laberinto de conceptos antiquísimos que servían de base al criterio francamente escalofriante que sobre el derecho penal privaba, llevóle un considerable tiempo, pero la ayuda,explicaciones y consejos de los hermanos Verri sirviéronle mucho para ir poco a poco entiendiendo esa madeja de disposiciones y contradisposiciones que en muchos casos se contradecían. Así, César Beccaria tardaría un poco más de un año en escribir la obra que a la postre le daria renombre universal, Tratado de los delitos y de las penas.
Finalmente su libro aparecería publicado en el mes de juliode 1764 logrando un enorme éxito, puesto que en dos años se hicieron cuatro ediciones.
César Beccaria moriría el 24 de noviembre de 1794, legando a la humanidad su magistral libro que en mucho serviría para sentar los mínimos criterios de certidumbre y claridad que siempre deben estar presentes en el derecho penal.
Chantal López y Omar Cortés
Al lector
Algunos restos de la legislación de unantiguo pueblo conquistador, compilada por orden de un príncipe que reinaba hace doce siglos en Constantinopla, envueltos en el fárrago voluminoso de libros preparados por obscuros intérpretes sin carácter oficial, componen la tradición de opiniones que una gran parte de Europa honra todavía con el nombre de Leyes; y es cosa tan funesta como general en nuestros días, que una opinión de Carpzovio,una antigua costumbre referida por Claro, un tormento ideado con iracunda complacencia por Farinaccio, sean las leyes a que con obediencia segura obedezcan aquéllos que deberían temblar al disponer de las vidas y haciendas de los hombres. Estas leyes, reliquias de los siglos más bárbaros, vamos a examinarlas en este libro en aquélla de sus partes que se refiere al derecho criminal; y los desórdenesde las mismas osaremos exponérselos a los directores de la felicidad pública con un estilo que deje al vulgo no ilustrado e impaciente la ingenua indagación de la verdad. La independencia de las opiniones vulgares con que está escrita esta obra, se debe al blando e ilustrado gobierno bajo el que vive el autor de ella.
Los grandes monarcas, los bienhechores de la humanidad que nos rigen, gustande las verdades expuestas por cualquier filósofo obscuro con un vigor desprovisto de fanatismo, propio sólo del que se atiene a la fuerza o a la industria, pero rechazado por la razón; y para el que examine bien las cosas en todas sus circunstancias, el desorden actual es sátira y reproche propios de las edades pasadas, pero no de este siglo, con sus legisladores.
Quien quiera honrarme con sucrítica debe comenzar, por consiguiente, ante todo, por comprender bien la finalidad a que va dirigida esta obra; finalidad que, bien lejos de disminuir la autoridad legítima, serviría para aumentarla, si la opinión puede en los hombres más que la fuerza y si la dulzura y la humanidad la justifican a los ojos de todos. Las mal entendidas críticas publicadas contra este libro, se fundan sobre...
Regístrate para leer el documento completo.