Relación con Melissa
El se abotonaba siempre su camisa hasta el cuello cuando estaba nervioso y esta no sería la excepción, paso saliva y esperó, se escuchaban saltos tenues querecorrían las escaleras rápidamente por el elegante edificio. En ese momento, abrió una mujer con facciones totalmente finas, estatura promedio, cejas separadas que resaltaban la profundidad de unosojos delicados que daban a entender lo directa que puede ser una mujer con tan solo el hecho de mirarte. Labios gorditos pero que al sonreír se le expandían mostrando sus dientes blancos, tan blancoscomo la piel de los Ingleses.
-¡Amor! ¡No sabes cuándo te extrañe! –Grito tan fuerte que toda la colonia escuchó, volteó a ver al joven con los ojos al borde del llanto.
-¡No sabes cuánto te extrañeMiranda, moría por volver a tenerte entre mis brazos, por perderme en tu aroma y asfixiarme en tu presencia. –Dijo el joven con los ojos igualmente al borde del llanto y apretando a la mujer con todassus fuerzas, como si no desease estar con otra persona en todo el mundo.
-Entra Charles, ¡ven conmigo! -Grito con la misma intensidad, y con una alegría descomunal.
Ella traía jeans, estaba descalzacomo su hubiese querido tomarse el día libre y quedarse viendo películas en casa, un suéter que dejaba ver los tirantes de su brasier y un perfume que enloquecería a cualquier hombre.
-Claro Miranda-Dijo Charles con un tono que pocas veces en su vida usaba y con la piel bastante enchinada mientras sentía los dedos de Miranda tomar los suyos, el departamento tenía una fogata que contagiabatranquilidad, un sillón con 10 cojines exactamente, cojines que Charles le había regalado en cada aniversario, alfombra café, discos cubiertos por plástico, enmarcados y clavados en la pared principalarriba de la chimenea, así como una foto de Miranda y él en Central Park unas horas después de haber salido de la Universidad.
A el final del pasillo había unas escaleras, escaleras que rechinaban...
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