relaciones humanas y psicologia
Don Abelardo Martínez, doña Rosa su mujer y Pedro, su hijo, que estaba de vacaciones tras haber cursado el último año de bachillerato, se encontraban amarrando las cajas con sarapes que iban a vender en la Ciudad de México. Los sarapes, les había dicho Don Filemón, que era hermano de Don Abelardo, seguro se venderían a buen precio en un almacén que un amigosuyo tenía en la capital, que distribuía artesanía mexicana para algunos centros turísticos como Acapulco o Cancún.
-Amarra bien esa caja. -le dijo Don Abelardo a su mujer- No vaya a ser que se nos desfonde nomás llegando a la estación de autobuses.
-Papá, pásame las tijeras para cortar esas puntas del mecate- le dijo Pedro a don Abelardo.
La familia Martínez tomaría el camión desdeFresnillo, a la ciudad de Zacatecas y, de ahí, un autobús a la Ciudad de México. El tío Filemón les había dado una dirección en el centro de la capital, donde los podrían recibir. Ellos nunca habían ido a México. En realidad no habían ido más allá de Fresnillo, por lo que doña Rosa estaba un poco nerviosa:
-¿Y si nos perdemos en México? Dicen que hay tantas calles que ni se ven loscerros- dijo con tono angustiado.
-No te preocupes– le respondió su marido -Filemón me escribió bien clara la dirección y además me dio un número de teléfono.
Pedro guardaba silencio. En realidad estaba ansioso por conocer la gran capital.
Al llegar a Zacatecas, en la sala de espera para tomar el autobús, doña Rosa tuvo una gran impresión: una familia de indígenas huicholes, concajas de cartón como las suyas, hacía cola para subirse al mismo autobús que ella y su familia tomarían para ir a la capital. Doña Rosa había oído hablar de los huicholes, pero nunca los había visto. En Fresnillo no había huicholes. Nunca pensó que en su país hubiese gente que se vistiera con ropas con esos colores y con sombreros llenos de plumas.
-¿Esos indios serán creyentes comonosotros?- le preguntó a don Abelardo.
-No lo sé. Mejor ni los mires, no vaya a ser que te pidan dinero –le respondió éste, tomándola de la mano.
Pedro, que tampoco había visto un indígena huichol, guardó silencio.
Don Abelardo, doña Rosa y Pedro colocaron sus cajas en la parte baja del autobús y subieron a bordo. Su sorpresa fue grande cuando se dieron cuenta que junto a sus lugareshabía otra familia, de huicholes, con niños entre los brazos.
-No puede ser que estos indios viajen con nosotros- le dijo doña Rosa a su esposo -Ellos no deberían salir de sus pueblos– añadió.
-¿Por qué les tienes tanta muina? -Le preguntó don Albelardo.
-No lo sé. Son unos indios -Respondió doña Rosa, lanzando una mirada de reojo.
-¿Y qué más te da que sean Indios?- Replicó aquél.-No sé- añadió doña Rosa en tono pensativo, y concluyó- Son diferentes.
Pedro seguía con atención la conversación de sus padres. Sin embargo, no dio su opinión. Don Abelardo acomodaba algunas bolsas a la vez que el autobús encendió la marcha. Las
televisiones del autobús permanecían apagadas. Doña Rosa estaba acostumbrada a ver su telenovela. Seguía los dramas y las comedias quecada noche protagonizaban los artistas y los famosos. Pedro, por su parte, regularmente veía el futbol y algunas series de acción. Después de unos minutos, el autobús había entrado ya en la carretera y el único sonido, además del ruido del motor, era la conversación de los huicholes y las voces de sus niños.
-¿Por qué no encenderá el chofer la televisión?- le dijo doña Rosa a suesposo –Esos indios hablan una lengua rara que no se entiende nada y no me gusta. Y los niños no paran de cuchichear- añadió en tono molesto.
-¿Pero por qué te irritan tanto los huicholes?- le preguntó don Abelardo a doña Rosa – ¿Qué están haciendo de malo? Después de todo son personas como cualquiera.
-Deberían tener prohibido subir a los autobuses, y con mayor razón si traen niños...
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