Relato

La duda
“Maldito bastardo”, pensaba. Solo quería conseguir mi objetivo, divertirme un rato, sin problemas, sin ningún incidente. Lo tenía todo calculado, pero algo salió mal. No sé como llegué a esa situación. Yo, apuntando a un policía con un arma, a punto de arrebatar una vida. ¿Me atrevería a apretar el gatillo…?

Me las ingenié para colarme en una fiesta. La más exclusiva y exótica detoda la ciudad, ese tipo de fiestas a las que van las niñitas ricas y pijas a pasar un buen rato sin el consentimiento de los padres. Ahí estaba mi objetivo. Claudia, la hija del ministro de exteriores. Sí, estaba necesitado urgentemente de pasta. Me metí en una deuda muy peliaguda y ya me dieron el ultimátum. Esos pirados van MUY en serio, son capaces de hacerme la tortura china o de lanzarme al marcon los pies de cemento, cual mafia de Italia. En todo caso, entré en la fiesta. En ese instante, cambié mi destino.
La busqué sin cesar entre la multitud, hasta que la encontré, sola, en la barra. Me acerqué y empezamos a hablar. ¿Se me ha olvidado decir que éramos muy amigos? Más bien dicho, nos conocíamos desde la infancia, su padre me trataba casi como a un segundo hijo. Bien pensado, loque iba a hacer me reconcomía por dentro, me sentía sucio de solo pensarlo, pero no había otra manera. Dudo que si le preguntara de buenas a primeras, no me dejaría una suma tan grande de dinero. En todo caso, eso era imposible y tenía que centrarme en lo que estaba haciendo.
Seguimos hablando pero noté que ella tenía un tono un poco arisco y frío hacia mí. No me extrañó ya que hacía años que nonos veíamos, desde sexto de primaria, para ser más exactos. Pero no le di importancia, ya que, aunque suponía que tarde o temprano se iba a acordar de mí, era mejor que no lo hiciera, porque lo que le iba a suceder no era una cosa agradable para recordar.
Aproveché un momento de descuido y le eché un somnífero en la bebida esperando a que hiciera efecto. Tampoco tenía mucho tiempo, así que paraasegurarme que sucumbía a los efectos rápidamente, le eché un par más. A los cinco minutos de echarle los somníferos, se empezó a marear hasta desmayarse y caer en mis brazos.
En ese momento, la gente de alrededor empezó a preocuparse por ella, pero les dije que no pasaba nada, solo se encontraba mal, así que la cogí en volandas y me dirigí hacia la puerta. Sorprendentemente, el segurata de lapuerta me detuvo. No quería que me la llevara. Sin preguntarle el por qué y de una manera muy despreocupada, le solté un billete de cincuenta euros para que me dejara pasar. El segurata no me quitó la mirada de los ojos mientras con un rápido movimiento atrapaba el billete en el aire. Luego la miró, se apartó e hizo como si yo no estuviera. Entendí que tenía vía libre, pero solo por unos minutos,así que tenía que darme prisa si quería salir sin ningún percance de esa discoteca, tal como lo había planeado. Así que me dirigí hacia el coche.
Abrí una de las puertas traseras del vehículo y metí a Claudia dentro, estirada, ya que seguía inconsciente. Cerré la puerta y me dirigí a la parte delantera del vehículo, al asiento del conductor. Me senté y exhalé un suspiro. Me alegré de que todohubiera salido como lo planeado. En estas cosas soy un poco maniático, necesito orden ante todo y que las cosas salgan acorde al plan. Incluso mi contacto me había dejado el coche donde me dijo y las llaves en la guantera, todo sin ningún error. Cogí la llave, la metí en el contacto y la giré. Las luces del coche se encendieron y vi que el tanque de combustible estaba lleno. “Perfecto!”, pensé, teníaun largo camino que recorrer y poco tiempo para hacerlo. Pero, a pesar de que me gustara el orden, ir a contratiempo y con el agua al cuello me hacía sentir una sensación extraña, pero placentera. Podríamos llamarla… éxtasis. Sí, en ese momento sentí éxtasis.
Pasaron horas hasta que llegué al piso situado en la periferia de Barcelona. Un piso abandonado, del cual, aún no se cómo, mi contacto...