relatos reales de migrantes
Por: Gregorio Hernández Zamora*
La última vez que llevé mi Toyotita beige, modelo 94 al taller mecánico que me recomendó Santiago, miamigo nicaragüense, conocí a Víctor. Originario de Sonora, Víctor tenía su taller en Nolensville, el área “Hispana” de Nashville. Santiago me había hablado muy bien de él, y no se equivocó. Víctor eraun hombre alto y fuerte, en sus cincuenta, de manos grandes y gruesas, y experto en mecánica automotriz. Yo pensé que tendría que dejar el carro y regresar después, pero Víctor me insistió queesperara en la oficinita, donde había calefacción, unas sillas y revistas para pasar el rato. Al cabo de una hora, Víctor entra limpiándose las manos con un trapo, y me dice “ya estuvo”. Se dirige alescritorio y se sienta para hacerme la cuenta. Mientras captura mis datos en la computadora y prepara la factura, me explica lo que se le hizo al carro, pero en medio de sus frases técnicas noto la expresiónnostálgica y ansiosa de sus ojos. Sin decir agua va, cambia de tema y me dice:
“A mí se me fue mi esposa. Se la llevó el Señor. Acabábamos de recibir los papeles de la residencia permanente.Estuvimos 10 años prácticamente presos aquí en EU. Entonces cuando nos dieron la residencia, lo primero que dijimos fue “vámonos a Hermosillo, a ver a la familia”. Ella quería ver a su familia. Pero al pocotiempo se puso mal y la llevamos al hospital. Ahí nos dijeron que tenía cáncer de estómago. Pero ella de todos modos quiso ir a Hermosillo. Le hicieron sus primeros tratamientos y fuimos. Luegoregresamos y siguió en tratamientos. Duró año y medio. Fíjate, un cáncer que te lleva en 4 meses, y ella aguantó año y medio. Mi esposa era una mujer maravillosa. Iba a los tratamientos al hospital y luegose quedaba ahí para hacer traducciones. Siguió trabajando hasta el final. Y todavía quiso ir de nuevo a Hermosillo. Se fue y está vez le dio una embolia allá. Nos avisaron y ahí nos fuimos todos,...
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