Releer
La realidad es que no sólo se lee,no sólo se sigue leyendo, sino que se lee mucho y acaso más de lo que nunca se haya leído. Ahí están, para probarlo, las generosas estadísticas de tanto editor satisfecho, de tanto librero exitoso.Ellas demuestran que el del libro sigue siendo un gran negocio, y lo es cada vez más, según se puede apreciar por la renovada, constante y cada vez más larga serie de títulos que las editoriales lanzanalegremente cada temporada y que inundan las mesas de las librerías.
Decididamente no son los números los que preocupan, sino que es otra la cuestión que conviene meditar. Y esta cuestión no atañeal interés por la lectura, sino a su calidad. Aquello que menos se vende es lo que exige un esfuerzo desusado, el de ser releído: la gran ficción, el pensamiento mayor, la poesía.
Reverso del zappingque no se detiene ni siquiera para ver cómo sigue una historia cuyo comienzo tampoco se conoce y del ciego fervor por lo novedoso que orienta como un faro el consumo masivo de libros, el acto dereleer es siempre un arte. ¿Podría ser de otro modo? Con toda seguridad, siempre y cuando otras fueran las metas del desarrollo social buscado.
Como todo aquello que exige afición a la soledad y aptitudpara concentrarse, el apego a la relectura está severamente impugnado por las costumbres de esta hora. Es inusual que alguien diga (estuve a punto de escribir "confiese") que está leyendo un libro porsegunda vez. Nuestro tiempo, que ha hecho de lo efímero un valor, reniega con decisión de lo que no resulta rápidamente digerible, desechable y sustituible. Y releer es insistir, persistir, demorarse;volver a preguntar y querer llegar hasta el fondo. La relectura exige disciplina mental y un decidido gusto por ella, una disciplina con vocación de profundidad y ganas de entender.
Hay entre la...
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