Religion

2. LA IGLESIA
La frase de San Cipriano es célebre y certera: «nadie puede tener a Dios por Padre, si no tiene a la Iglesia por Madre»l. Sobre esa Iglesia, que es Madre, y también carnina para el conocimiento y el amor verdadero de Dios, que es Padre, versan estas páginas.
Como Madre, la Iglesia engendra, cría y educa en la fe a los hijos de Dios. El Catecismo de la Iglesia Católicaejemplifica: «El cristiano realiza su vocación en la Iglesia, en comunión con todos los bautizados. De la Iglesia .recibe la Palabra de Dios, que contiene las enseñanzas de la ley de Cristo.
De la Iglesia recibe la gracia de los sacramentos que le sostienen en el camino.
De la Iglesia aprende el ejemplo de la santidad» y además, entre tantos otros aspectos de su servicio materno, la Iglesiapermanece de continuo pendiente de sus hijos para alentarlos y consolarlos, para atenderles de mil maneras, para esperarlos y recibirles de vuelta si se han alejado, y para mostrarles siempre el camino de esperanza que, a través de Cristo y por la acción del Espíritu Santo, conduce a la casa eterna del Padre. La Iglesia se sitúa así, literalmente, en la encrucijada de las relaciones vitalesentre los hombres y Dios.
Preciso es añadir de inmediato, para no llamarnos a engaño, que la Iglesia no ocupa el centro de los misterios de la fe cristiana, ni tampoco es por sí misma objeto de fe. Creemos a la Iglesia y por la Iglesia, sí, pero no creemos en ella. Creemos exclusiva e inmediatamente en Dios, que es único, que es Trinidad de Personas -Padre, Hijo y Espíritu Santo-,que se nos ha revelado en Jesucristo y que ha establecido la Iglesia como cauce necesario para llegar a Él. Por es<;>, cuando en el Credo confesamos Creo en la Iglesia, «hacemos profesión de creer que existe una Iglesia Santa, y no de creer en la Iglesia, para no confundir a Dios con sus obras y para atribuir clara-mente a la bondad de Dios todos los dones que ha puesto en su Iglesia»Con fuerza afirma el Concilio Vaticano II que la Iglesia es un misterio, por ser a la vez-paradójica, pero realmente- divina y humana, visible e invisible, terrena y celestial, temporal y eterna.
Resulta ser así «una realidad compleja»4, polifacética, de la que a nosotros nos es dado conocer su estructura humana, visible, terrena y temporal, y tan sólo atisbar por la fe sus elementosdivinos, invisibles, celestiales y eternos.
Al indagar sobre la Iglesia, no cabe disociar ni desconsiderar ninguno de esos aspectos indisolublemente entrelazados. Es frecuente hoy, sin embargo, mirarla sólo en su vertiente humana y terrena, que se antoja más accesible a nosotros. Desde ahora conviene andar precavidos, por-que incurrir en esa tentación equivaldría a falsear la Iglesia, a dilapidar sumisterio y, a la postre, a reducirla a una empresa u ONG internacional de servicios religiosos y asistenciales. La verdadera entidad de la Iglesia -insistimos-viene envuelta en el misterio de su origen y aliento divinos y de su destino eterno, conforme a su finalidad salvadora del hombre.

El estudio del misterio eclesial ha recibido indudablemente nuevos bríos en las últimas décadas,gracias a las enriquecedoras profundizaciones que el Concilio Vaticano II sacó a la luz, a impulsos del Espíritu Santo, de las fuentes inagotables de la Sagrada Escritura y de la Tradición. Desde entonces, la así llamada Eclesiología se ha constituido en disciplina teológica autónoma, con un tratamiento de la Iglesia más sistemático que en los siglos precedentes, cuando diversas vicisitudeshistóricas motivaron la insistencia de los teólogos en aspectos parciales y enfoques apologéticos.
Es obvio que estas páginas se han procurado redactar en línea con esa sistemática y con las aportaciones del Concilio Vaticano II y del magisterio posterior. Pero también del modo más asequible que se ha sabido, conscientes de que se trata de un libro de iniciación a la Eclesiología y de la dificultad de...