religion
Dos veces he escuchado este fragmento en voz alta, la primera en una clase de literatura francesa en la facultad, y otra más en el jardín de la Biblioteca Central. En ambos casos, poco antes de llegar alsiguiente párrafo, las risitas y comentarios soeces dejaban pronto de sonar y se sentía en el aire una gran tensión; algunos carraspeaban, otros se levantaban a comprar un cigarro (o eso decían), y nadie más que yo lograba disfrutar al máximo el poemita laudatorio que Gargantúa le dedica a su retrete:
Cagar
Diarrear.Peder.
Mierdosa
tu grasa,
Una noche de farra un amigo me preguntó: ¿quién inventó las groserías? Aunque es muy probable que la pregunta sólo haya sido una broma de borracho, la manera de formularla me cautivó. Aventuré una respuesta blasfema: al ver todas las cosascreadas, Dios se aburrió increíblemente y profirió la primera grosería; acaso las malas palabras de todas las lenguas son en realidad ese lenguaje prebabélico que tanto han buscado lingüistas, filósofos del lenguaje y cabalistas por igual, le dije. Esta anécdota me entusiasmó tanto que la conté a cuanto se dejaba hasta que, en cierta ocasión, un compañero de la carrera se indignó bastante. No me habíadetenido a observar su atuendo (llavero con una cruz, escapulario en el cuello, lentes gruesos y zapatos relucientes; hasta entonces recordé un poema de Luis Felipe Fabre: “Es seminarista […] lo delatan / los zapatos feos y bien boleados”). Debo suponer que el comentario me ganó no sólo su mirada despectiva sino la de muchos otros compañeros que no podían concebir a Dios mentando madres tal y comolos gnósticos antiguos no se lo podían imaginar defecando, cosa de la que tanto se ríe Milán Kundera.
ensayo-malaspalabras-asifthebes.jpgYa sean blasfemia o lenguaje divino, las llamadas “malas palabras” constituyen un campo ampliamente marginado, mas existente, del lenguaje humano. Debemos reconocer un hecho innegable: hoy en día las groserías están en gran medida incluidas en el hablacoloquial de casi todos, y su uso se extiende para más funciones que las simplemente peyorativas; en español, por ejemplo, “güey” puede ser sinónimo de “hombre”, “tipo” o hasta “amigo”, según el caso. Quizás esto se deba a un relajamiento lingüístico-moral, pues hace cuarenta años, si alguien decía “chido” en público, todos lo miraban despectivamente, se le tachaba de vago, maleducado o, en el mejor delos casos, ignorante; las malas palabras servían para delimitar diferencias sociales. Hoy en día prácticamente todos los jóvenes, incluso los snobs, utilizan este vocablo, siempre en un contexto coloquial pero sin las implicaciones clasistas que antes tenía. Sería fácil afirmar que la existencia de las groserías como parte cotidiana de la lengua es un signo de su debilitamiento, pues propicia laaparición de frases y expresiones con diversas funciones y significados que dependen únicamente del contexto. Mejor sería preguntarnos qué papel juegan en el espectro emocional del individuo, qué fibras mueven. Existen algunos estudios al respecto, mas no los suficientes, pese a que un análisis profundo podría sacar a la luz grandes revelaciones, como las que encuentran Octavio Paz o Carlos...
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