Reliquia
Jarquín Casas Emmanuel Adonay
Lo llamare Javier. Esa tarde, se encontraba en las ruinas de Tzintzuntzan dando un paseo sombrío y sin gran interés por la arquitectura del lugar.Caminó por la parte trasera de las Yácatas durante un cuarto de hora para dirigirse después hacia unas rocas que permanecían apiladas a unos metros de distancia, ocultas entre algunos pinos viejos yrobustos. Al llegar hasta donde se encontraban las piedras, notó una extraña escultura semiderruida atrás de estas. Javier quedó maravillado al instante por la inhóspita grandeza de la talla en piedra.Es difícil describir la escultura monolítica que se erigió en ese momento frente al muchacho. La forma como de serpiente que bajaba de los cielos tomaba un aspecto antinatural y fuera de sitio enrelación al resto de la ciudad. Javier recordó sus viajes pasados a la zona arqueológica, pero no encontró entre sus memorias rastro de tal vestigio. Todo indicaba que nunca estuvo ahí. Talvés se tratabade un nuevo hallazgo de las excavaciones recientes. Sin importar los misterios de la escultura, Javier clavo su mirada los relieves y en los detalles que alcanzase a notar: sus ojos, sus fulmíneasfauces o su vuelo retorcido que descendía desde las nubes. El joven quedó con los ojos enganchados sobre la serpiente bastante tiempo, hasta que llegó un hombre alto de apariencia europea a su lado. Estapersona miró la representación ígnea durante unos segundos y volteó hacia Javier, quien aun no había notado su presencia. El hombre hizo resonar sus pulmones y luego dijo con una voz cavernosa yterriblemente profunda —es por el tiempo. —de inmediato se marchó tan rápido y furtivo como llegó. Javier, desconcertado, dio media vuelta para saber quién era el causante de tan extraña voz.
Poco más dedos años después, un 13 de septiembre del 2009, Javier se acercó al balcón de su apartamento y observó la ciudad con sus edificios viejos y su atardecer cáustico. Ya no era igual. — ¿Por qué...
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