reportes
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El detector de metales hace un extraño sonido cuando paso por a través de él, una mujer robusta con traje de guardia de seguridad se acerca con un artefacto en su mano y comienza a deslizarlo lentamente por encimade mi brazo. Meto mi mano en el bolsillo de mi chaqueta y ella retrocede, poniendo la mano sobre el arma que colgaba en su bolsillo.
“¿Esto es lo que busca?” dije mostrando mis llaves enfrente de su cara y las puse en la bandeja de la mesa de alado.
“Se supone que debías ponerlas ahí desde un principio” dice ella y por el tono de su voz puede notarse el desprecio que me tiene.
“Lo olvide”contesto sonriendo y paso de nuevo por el detector, esta vez no hace ningún sonido.
“Deja de hacerte el chistoso, Peter” dice mi padre severamente.
“No estoy haciendo nada, es algo que viene naturalmente” digo con una sonrisa pero el solo mira a otro lado, molesto. Es obvio que todo esto lo tiene bastante molesto, el hijo de un congresista que ha lanzado una campaña para la presidencia no puedehacer este tipo de cosas.
Entramos a la sala donde está la corte, hay un ligero olor a biblioteca y polvo. Una juez espera a un lado del estrado, con su peluca rizada color gris. Si estuviera en otra situación esta escena me parecería graciosa, me mira con el seño fruncido pero la peluca le hace perder la ferocidad.
Nos sentamos en penúltima banca, mi padre mirando hacia enfrente, rehusado aponer sus ojos en mí. Nunca quise ser como mi padre, frío, seco, pero siento que de alguna manera lo soy. Siempre competí con él, no importa para que, siempre gane, excepto esta vez. Tal vez piensa que es una manera personal de castigarme, de vengarse, tal vez eso debería hacerme sentir culpable, tal vez esta situación debería aterrorizarme, pero simplemente no siento nada. No estoy asustado.
Unasbancas mas enfrente esta ella, está dándome la espalda así que lo único que miro es su espeso cabello negro. Creo que ni siquiera se ha dado cuenta de que ya estoy aquí.
La juez golpea su martillo en la pequeña madera sobre su escritorio.
El juego comienza.
Trato de pensar en la razón por la que estoy aquí. Las personas que serán castigadas, incluyéndome. Las oportunidades que se perderán yque no volverán nunca. Todo eso viene hacía a mí como una nube de humo sobre mi cabeza pero no me provoca ningún sentimiento diferente.
No estoy asustado.
Escucho mi nombre ser llamado al estrado por la abogada. Una mujer alta y delgada, ojos azules, pelo rubio y labios rojos carmín. Camino hacia el asiento frente al público un libro, la constitución, bajo mi mano y la otra la levanto declamandoel juramento.
“Señor Peter Colland” empieza la abogada. “¿Qué edad tiene?”
“Dieciocho”
“¿Había usted alguna vez formado parte de un crimen como este?”
“Si.”
Baja su mirada hacia los papeles que tiene en la mano “En el testimonio dice que usted tenía una relación con Natalie Davies…”
“Tengo” interrumpo y por primera vez desde que llegue a este lugar me mira a los ojos. Su cabello negrocae en mechones sobre su frente pálida y en sus ojos verdes se puede notar que esta reteniendo las lágrimas. Por que Natalie nunca llora, no hasta que sabe que todo esta totalmente perdido y creo que esa es una de las razones por la que no siento temor. Sonríe y no puedo evitar sonreír también. Ella no está asustada.
“¿Usted alguna vez forzó a la señorita Davies a formar parte de esto?”
“No”“¿Quién empezó todo esto?”
Y me detengo a pensar por un momento. ¿La habré forzado alguna vez a formar parte de esto? No, eso es seguro. ¿Pero quién lo planeó? Recuerdo muy bien la primera vez que lo hicimos; nos habíamos encontrado dos armas en el cofre de mi padre, las dos cargadas con exactamente 6 balas y una caja con 24. Las tomamos para ir a disparar animales al campo, solo eso. Estuvimos...
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