Resumen Anaconda - Horacio Quiroga

Páginas: 11 (2617 palabras) Publicado: 28 de julio de 2012
ANACONDA – HORACIO QUIROGA

Eran las diez de la noche y hacía un calor sofocante. El tiempo cargado pesaba sobre la selva, sin un soplo de viento. Por un sendero de vacas en pleno espartillo blanco, avanzaba Lanceolada, con la lentitud genérica de las víboras. Era una hermosísima yarará de un metro cincuenta, con los negros ángulos de su flanco bien cortados en sierra, escama por escama.-Quisiera pasar cerca de la Casa -se dijo la yarará-. Mal asunto...-¡El Hombre! -murmuró Lanceolada. La sombra estuvo sobre ella. El Hombre se detuvo: había creído sentir un golpe en las botas. Pero Lanceolada vio que la Casa comenzaba a vivir, esta vez real y efectivamente con la vida del Hombre. Hombre y Devastación son sinónimos desde tiempo inmemorial en el Pueblo entero de los Animales. Lanceoladaesperó la nueva noche para ponerse en campaña. Fue allí en consecuencia donde, ante la inminencia del peligro y presidido por la víbora de cascabel, se reunió el Congreso de las Víboras. Estaban allí, fuera de Lanceolada y Terrífica, las demás yararás del país: La pequeña Coatiarita, benjamín de la Familia, con La línea rojiza de sus costados bien visible y su cabeza particularmente afilada.Estaba Cruzada -que en el sur llaman víbora de La cruz-, potente y audaz rival de Neuwied en punto a belleza de dibujo. Pocos seres, en efecto, tan bien dotados como ellos. Según las leyes de las víboras, ninguna especie poco abundante y sin dominio real en el país puede presidir las asambleas del Imperio. El Congreso estaba, pues, en mayoría, y Terrífica abrió la sesión. -¡Compañeras! -dijo-. Hemossido todas enteradas por Lanceolada de la presencia nefasta del Hombre. Las yararás, que tienen a la Muerte por negro pabellón. Lo que lamento es la falta en este Congreso de nuestra primas sin veneno: las Culebras. Evidentemente, la proposición no halagaba a las víboras. -No se trata de veneno -replicó desdeñosamente Cruzada-. -¿Por qué las culebras? -exclamó Atroz-. Son despreciables.-Tienen ojosde pescado-agregó la presuntuosa Coatiarita. -murmuró Cruzada mirándola de reojo. -¿A mí? -silbó Lanceolada, irguiéndose-. -murmuró irónicamente Cruzada. -¡No hay para qué decir eso! -gritaron-. ¡Ellas son culebras, y nada más! -¡Ellas se llaman a sí mismas las Cazadoras! -replicó secamente Cruzada-. Y estamos en Congreso. También desde tiempo inmemorial es fama entre las víboras la rivalidadparticular de las dos yararás: Lanceolada, hija del extremo norte, y Cruzada, cuyo hábitat se extiende más al sur. -¡Vamos, vamos! -intervino Terrífica-. -¡Para esto! -replicó Cruzada ya en calma-. IIICruzada halló a la Ñacaniná cuando ésta trepaba a un árbol. -¡Eh, Ñacaniná! -llamó con un leve silbido. -¡Ñacaniná! -repitió Cruzada, levantando medio tono su silbido. -¿Quién me llama? -respondió laculebra. -¡Soy yo, Cruzada!... -¡Ah, la prima!.... ¿qué quieres, prima adorada? -No se trata de bromas, Ñacaniná... ¿Sabes lo que pasa en la Casa?-Sí, que ha llegado el Hombre... En dos palabras: se sabe que hay varios hombres en la Casa, y que se van a quedar definitivamente. -¡Dejemos esto! Necesitamos de tu ayuda, Ñacaniná. -¡No es mucho, no! -repuso negligentemente Ñacaniná, restregando la cabezacontra el tronco-. -Bueno en marcha -reanudó la yarará-. Pasemos primero por el Congreso. -¡Ah, no! -protestó la Ñacaniná-. Pero ver antes de tiempo la cáscara rugosa de Terrífica, los ojos de ratón de Lanceolada y la cara estúpida de Coralina. -¡Bueno, bueno! -repuso Cruzada, que no quería hacer hincapié-. ¿Los habría? Mucho lo temía Ñacaniná. Sólo allá, en el corredor opuesto y que la culebrapodía ver por entre las piernas de los hombres, un perro negro dormía echado de costado. -¡Se acabó! -se dijo Ñacaniná, conteniendo la respiración. Otro hombre miró también arriba. -Se equivocó el Hombre -murmuró para sí la culebra. -Alguna Ñacaniná. -Acertó el otro Hombre -murmuró de nuevo la aludida, aprestándose a la lucha. Pero los hombres bajaron de nuevo la vista, y la Ñacaniná vio y oyó...
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