resumen de dalia y zazir

EL PINTOR DE LAS MONJAS MUERTAS
Yo, señor, soy Pedro Alicantino, maestro pintor de lienzos y retablos, que cuelgan de los muros altos en iglesias y conventos de esta ciudad de Santa Fe; igual quemi padre -que Dios N.S. tenga en su gloria- no doy firma a mis pinturas, que hago por provisión de mi sustento, por alabanza de Dios, y perdón de mis pecados; bien sabéis que de los temas sacros, tengopor predilección mayor el de la Santa Virgen, Nuestra Señora Madre, que tantas veces llevé a los lienzos con la imagen de Sebastiana, mi hija, que para ello me servía de modelo; pero una vezSebastiana entró al convento, a tan temprana edad, perdí todo ánimo de seguir haciéndolo, y ahora -ya viejo, solo y viudo- apenas me ocupo de pintar figuras de mártires, ángeles vengadores y cristos, sobregrandes fondos oscuros.
También, como mi padre, pinto monjas muertas. Una medianoche -era yo mozuelo de siete años- mi padre fue llamado de urgencia al Convento de Santa Clara, para que hiciese allí elretrato de una abadesa que acababa de morir. Ya él había pintado a otras monjas difuntas, pero esta fue la primera vez que me llevó consigo; de sus dos hijos, había elegido que fuese yo, el menor,quien siguiese su oficio de pintor. Alzó mi padre esa noche sobre sus hombros el caballete, yo puse a mis espaldas la petaquilla de cuero con aceites y pinceles, y así nos dimos a las calles desiertas,avanzando de prisa por entre las sombras gigantes de la oscuridad.
La monja yacía en el ataúd, sobre almohadones de oro y terciopelo carmesí, coronada de flores; era larga, huesuda, y en sus labiosse marcaba aún el rictus de la muerte reciente. Mi padre tuvo esta vez dificultades, pues una vez corridos sobre el lienzo los bosquejos con grande realismo, el cuerpo cadáver de la religiosa comenzó ahincharse, crujieron las tablas del cajón, y luego reventó en sangre. Cosa de milagro, pues a poco el cuerpo de la abadesa adquirió su antigua forma, y su rostro se iluminó con serenidad de santa;...