resumen de el vagabundo pio baroja
Vagabundo se decía al ver pasar a Maintoni, que volvía de la iglesia:
- ¿Qué pensará? ¿Vivirá satisfecha?
¡La vida de Maintoni le parecía tan extraña!
Porque era natural que quien como él había andado siempre a la buena de Dios,
rodando por el mundo, encontrara la calma y el silencio de la aldeadeliciosos;
pero ella, que no había salido nunca de aquel rincón, ¿no sentiría deseos de asistir
a teatros, a fiestas o diversiones, de vivir otra vida más espléndida, más intensa?
Y como Elizabide el Vagabundo no se daba respuesta a su pregunta, seguía
removiendo la tierra con su azadón, filosóficamente.
- Es una mujer fuerte -pensaba después-; su alma es tan serena, tan clara, quellega a preocupar. Una preocupación científica, sólo científica, eso claro.
Y Elizabide el Vagabundo, satisfecho de la seguridad que se concedía a sí mismo
de que íntimamente no tomaba parte en aquella preocupación, seguía trabajando
en el jardín abandonado de su casa.
Era un tipo bastante curioso el de Elizabide el Vagabundo. Reunía todas las
cualidades y defectos delvascongado de la costa; era audaz, irónico, perezoso,
burlón. La ligereza y el olvido constituían la base de su temperamento; no daba
importancia a nada, se olvidaba de todo. Había gastado casi entero su escaso
capital en sus correrías por América, de periodista en un pueblo, de negociante
en otro, aquí vendiendo ganado, allá comerciando en vinos. Estuvo muchas
Elizabide elVagabundo creía que su hermano Ignacio, la mujer y los hijos de
éste le desdeñaban, y por eso no iba a visitarlos más que de cuando en cuando;
pero pronto vio que su hermano y su cuñada le estimaban y le hacían reproches
porque no iba a verlos. Elizabide comenzó a acudir a casa de su hermano con
más frecuencia.
La casa del boticario estaba a la salida del pueblo, completamente aislada;por la
parte que miraba al camino tenía un jardín rodeado de una tapia, y por encima de
ella salían ramas de laurel de un verde oscuro que protegían algo la fachada del
viento del Norte. Pasando el jardín estaba la botica.
La casa no tenía balcones, sino sólo ventanas, y éstas abiertas en la pared, sin
simetría alguna; quizá esto era debido a que algunas de ellas estabantapiadas.
Al pasar en el tren o en el coche por las provincias del Norte, ¿no habéis visto
casas solitarias que, sin saber por qué, os daban envidia? Parece que allá dentro
se debe de vivir bien, se adivina una existencia dulce y apacible; las ventanas,
con cortinas, hablan de interiores casi monásticos, de grandes habitaciones
amuebladas con arcas y cómodas de nogal, de inmensas camasde madera; de
una existencia tranquila, sosegada, cuyas horas pasan lentas, medidas por el viejo
reloj de alta caja, que lanza en la noche su sonoro tic-tac.
La casa del boticario era de éstas; en el jardín se veían jacintos, heliotropos,
rosales y enormes hortensias que llegaban hasta la altura de las ventanas del piso
bajo. Por encima de la tapia del jardín caían como encascada un torrente de
rosas blancas, sencillas, que en vascuence se llaman chornas (locas) por lo frívolas
que son y por lo pronto que se marchitan y se caen.
Cuando Elizabide el Vagabundo fue a casa de su hermano, ya con más
confianza, el boticario y su mujer, seguidos de todos los chicos, le enseñaron la
casa, limpia, clara y bien oliente; después fueron a ver la huerta, y aquíElizabide
el Vagabundo vio por primera vez a Maintoni, que, con la cabeza cubierta
con un sombrero de paja, estaba recogiendo guisantes en la falda del delantal.
Elizabide y ella se saludaron fríamente.
-¡Yo! ¡Casarme!
-¿Por qué no?
-¿Quién va a cuidar de los chicos si me caso? Además, yo ya soy nescazarra
(solterona) -contestó ella, riéndose.
-¡A los veintisiete años...
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