resumen del capitulo 15 de maria isaacs
Una mañana entró mi madre a mi cuarto, y sentándose a la cabecera de la cama, de la cual no había salido yo aún, me dijo:
-Esto no puede ser: no debes seguir viviendo así; yo no me conformo.Como yo guardara silencio, continuó:
-Lo que haces no es lo que tu padre ha exigido; es mucho más; y tu conducta es cruel para con nosotros y más cruel para con María. Estaba persuadida de que tus frecuentes paseos tenían por objeto ir a casa de Luisa con motivo del cariño que te profesan allí; pero Braulio, que vino ayer tarde, nos hizo saber que hacía cinco días que no te veía. ¿Qué es lo quete causa esa profunda tristeza que no puedes dominar ni en los pocos ratos que pasas en sociedad con la familia, y que te hace buscar constantemente la soledad, como si te fuera ya enojoso el estar con nosotros?
Sus ojos estaban llenos de lágrimas.
-María, señora -le respondí-, debe ser completamente libre para aceptar o no la suerte que le ofrece Carlos; y yo, como amigo de él, no debohacerle ilusorias las esperanzas que fundadamente debe de alimentar de ser aceptado.
Así revelaba, sin poder evitarlo, el más insoportable dolor que me había atormentado desde la noche en que supe la propuesta de los señores de M***. Nada habían llegado a ser para mí delante de aquella propuesta los fatales pronósticos del doctor sobre la enfermedad de María; nada la necesidad de separarme de ellapor muchos años.
-¿Cómo has podido imaginar tal cosa? -me preguntó sorprendida mi madre-. Apenas habrá visto ella dos veces a tu amigo: justamente una en que estuvo aquí él algunas horas, y otra en que fuimos a visitar a su familia.
-Pero, madre mía, poco es el tiempo que falta para que se justifique o se desvanezca lo que he pensado. Me parece que bien vale la pena de esperar.
-Eres muyinjusto, y te arrepentirás de haberlo sido. María, por dignidad y por deber, sabiéndose dominar mejor que tú, oculta lo mucho que tu conducta la está haciendo sufrir. Me cuesta trabajo creer lo que veo; me asombra oír lo que acabas de decir. ¡Yo, que creí darte una grande alegría y remediarlo todo haciéndote saber lo que Mayn nos dijo ayer al despedirse!
-Diga usted, dígalo -le supliquéincorporándome.
-¿Para qué ya?
-¿Ella no será siempre... no será siempre mi hermana?
-Tarde piensas así. ¿O es que puede un hombre ser caballero y hacer lo que tú haces? No, no; eso no debe hacerlo un hijo mío... ¡Tu hermana! ¡Y te olvidas de que lo estás diciendo a quien te conoce más que tú mismo! ¡Tu hermana! ¡y sé que te ama desde que os dormía a ambos sobre mis rodillas! ¿y es ahora...
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