RESUMEN ENTRE LA PIEDRA Y LA CRUZ
-No llorés, muchas madres antes que vos han desgastado ese mismo dolor a través de los tiempos. Detenéle la espalda. Tol para que sepas lo que siente y luego no seás malo con ella. El indio sostenía a la parturienta por detrás, sobre dos banquillos. Siempre que paria la mujer su mujer le ocurría lo mismo; preguntaba algo más sobre el misterio de nacer, pero la costumbreprohíba que los hombres supieran esas cosas y las comadronas respetaban los principios de la raza. Señores de los huesos helados… san Lorenzo, señor del aire que desparrama el grano fecundo… señores de la primera palabra del hombre… ¡vengan, vengan y ayuden a la mujer en su hora de ser madre!
¡Es hombre, es hombre, Tol. Ahora ya va tener quien te bese la mano cuando seas viejo! La comadrona rió entono muy alto, como si estuviese ululando.
Todos tenían las mismas ideas apacibles en aquel momento. Ahora ya nadie diría que Tol Matzar era un inútil, como el Chicoy, que había llenado el barrio con la presencia insignificante de seis hijas. Apenas el patojo creciera y ya tuviera ojos firmes para defenderse de los malos espíritus y de los maleficios, le quitarían la cofia que le cubre la cara y losentarían solo, frente a la casa, para los que transeúntes dijesen con respeto: “miren, ahora ya hay dos hombres en el rancho de Matzar”. También los pobres tienen varones. Hay una lechuza en la viga de tu rancho. Allá viene Motz, el puñado de estrellitas juntas. Oí al coyote que ha bajado hasta la bahía de Pachicoc… fíjate, fíjate bien, porque esos son los presagios. Contáselo todo al brujomañana. Tu hijo va a tener mucho espíritu, Tol, bastante espíritu. Del otro lado de Panajachel una luz brilló vivamente y se apagó; alguien estaba pescando cangrejos, o algún cristiano hacía brujería en la cueva. Los pájaros nocturnos volaban bajo y el viento arrastraba las hojas del cafetal de la playa ya ascendía hacia el pueblo estrechando polvo contra la paja de los techos. Sintió frío y entró en sucasa.
-Es bonito el niño –dijo a su mujer.
-Parece cerdito –dijo ella-
-Se va a llamar Lu. Así digo que está bueno.
CAPÍTULO II
Llegaron ha la siembra de madrugada. Tol Matzar agarró con los dedos del pie una piedra y la arrojó cuesta abajo. Del otro lado del cerro estaba el terreno de Cutuc, vasto, fértil, apretados de cultivos y de árboles.
-¡Ay, tata, señor del mundo! Que salga bueno mi maíz.Es lo único que te pido, para no joderte mucho. Gracias te doy porque amanecimos alentados y podemos ver y oír todo lo hermoso y decir nuestras palabras. Se colocó de nuevo el sombrero de petate y empezó a trabajar. La mujer, sentada sobre sus piernas, se sorbía la nariz; ella cualquier tierra la parecía grande. Tol había pensado muchas veces que los indios también eran pedazo de tierra.
Alverse los pies no podía decir dónde terminaba el mundo y dónde comenzaba su propio cuerpo. El pueblo no le gustaba; sólo servía para dormir y beber aguardiente con los amigos, para hacer y obedecer la ley y para escuchar las campanas de la iglesia. En cambio ahí entre sol y tierra, el corazón se sentía alegre y uno se estaba entero. Claro también estaba la mujer, que era buena, mansa y limpia y teníael vientre generoso puesto que le había un hijo. El indio pobre no tenia derecho a soñar con risa eso decía Bel. Tol se dio cuenta que estaba blasfemando, y sintió ansia de pedir perdón. Cogió un puñado de tierra y lo besó. Cuando el sol llegó a medio cielo, como si hubiera sonado un enorme cuerno en la sierra entera, los indios arrojaron sus herramientas y se cobijaron bajo los árboles junto asus mujeres para comer. Cayó la noche; brilló fuego en los ranchos y el humo principió a salir sin forma entre la paja de los techos. Cerca de la iglesia encontró a Bixcul, su compadre y a Tum Chavajay, el carnicero. Juntos habían crecido.
-¿Está creciendo el niño? –dijo Bixcul.
-Sí, compadre. Ya habla sus primeras palabras y sólo comiendo quiere estar- luego fueron acercándose otros hombres, con...
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