RESUMEN HISTORIA DEL DURMIENTE DESPIERTO
Uno
Al inicio de la tarde tuvo ganas de fumar. Tomó la pipa de agua y distrajo la mirada en el humo que salía de su boca y que formaba nubes amarillas, ámbar rescatado del cielo. Abou-Hassán, comerciante de seda y dátiles, recordó el verso del profeta: “El mundo es una gota de agua, el azahar que se desvanece en el tiempo.” La aspereza del tabaco le devolviólas fatigas del viaje, la imagen de un ave teñida de rojo; un aleteo que le transmitía una somnolencia pegajosa, producida —tal vez— por una comida abundante. Sus labios exhalaron una tenue colina de humo, la última. Afuera, el harmattan —producto del invierno sahariano— soplaba del noreste, bajo su influjo la corteza de los árboles se agrietaba y las plantas desvanecían sus colores. En las noches,Abou-Hassán acostumbraba subir al torreón en el centro del patio para vigilar los diminutos reptiles que salían de sus madrigueras en busca de presas. El torrente de huellas dejado en la arena recordaba el tránsito de las estrellas y en las mañanas el desierto parecía una superficie viva, surcada por venas. Abou-Hassán regresó al diván, dejó escapar un bostezo, se tapó con una manta de pelo decabra y durmió.
Dos
Abrió los ojos. En los párpados pudo sentir las patas heladas de un par de mariposas blancas. Un poco de aire frío se filtraba bajo la puerta, traía los restos de una canción, la gesta de los amantes, sus besos de humo. Pidió vino de dátiles pero sus sirvientes no acudieron. Repitió el llamado en vano. Al fondo del cuarto bailaban sombras. El ritmo de una respiración removía elsilencio, hacía temblar las sombras como a las hojas de un árbol. Abou-Hassán examinó su cuarto y descubrió varios objetos de madera, nuevos a su vista y oscurecidos por el tiempo. Ánforas y vasijas se alineaban sobre una mesa baja. Cuando volvió la mirada encontró que la luz incidía en las sombras y les daba forma. Así, una mujer surgió de la penumbra y, sin reparar en él, alcanzó uno de losrecipientes, le quitó la tapa y revolvió el interior buscando las hojas de naranjo que Abou-Hassán usaba para el té. Las pulseras en sus brazos tintineaban. Sus ojos eran brillantes y negros; manojos de arrugas permanecían estancados en la frente y en las mejillas. Quiso preguntarle qué hacía en su cuarto pero no se atrevió. La luz se movía por el piso, entretenida en el vislumbre del fuegodescubrió por accidente más objetos: un sillón encorvado, cojines dispersos en las esquinas, repitiendo en sus arrugas lejanos vestigios de hombres. Un gran espejo duplicaba paredes, encaminaba al mundo a una consistencia de naturaleza muerta. Abou-Hassán se levantó, pasó junto a la mujer que lo miró en silencio y contempló su reflejo con perplejidad infantil, le hizo votos solemnes. Un examen más detenidoreveló que la superficie no era inerte sino que se esforzaba en imitar la piel del invierno, sus formas de agua. Se miró hasta observar que el reflejo envejecía, como si el tiempo pasara de ave en reposo a una en continua migración, entretenida en las líneas de su rostro y pensó —en el desfiguro— que su memoria comenzaba a inventar. Sintió oleadas de vértigo. Advirtió una revuelta de lunas en eltecho. En los ojos duplicados manaban transparencias. Abou-Hassán intentó hablar pero una voz le murmuró que aún no estaba preparado: su mente era demasiado elemental para la fantasía; su pensamiento, el torpe dibujo de un niño. La somnolencia volvió; el sopor fue un vaso de agua rebosante. Bostezó. La mujer lo guió con calma al diván. Volvió a dormir.
Tres
No supo cuánto tiempo había pasado.Esta vez no quiso abrir inmediatamente los ojos sino que se mantuvo atento en su oscuridad, expectante. Afuera seguía la inmovilidad de la tarde, recorrida por instantes de frío. Podía escuchar la pesada respiración de los camellos, los hocicos abrevando en las tinajas del patio: las fosas nasales se dilataban y de ellas emergían vahos circulares que al elevarse en la tarde adquirían una...
Regístrate para leer el documento completo.