Resumenes
MONTEVIDEANOS
EDITORIAL SUDAMERICANA
BUENOS AIRES
But, my God! it was my material, and it was all I had to deal with.
F. SCOTT FITZGERALD
EL PRESUPUESTO En nuestra oficina regía el mismo presupuesto desde el año mil novecientos veintitantos, o sea desde una época en que la mayoría de nosotros estábamos luchando con la geografía y con los quebrados. Sin embargo, elJefe se acordaba del acontecimiento y a veces, cuando el trabajo disminuía, se sentaba familiarmente sobre uno de nuestros escritorios, y así, con las piernas colgantes que mostraban después del pantalón unos inmaculados calcetines blancos, nos relataba con su vieja emoción y las quinientas noventa y ocho palabras de costumbre, el lejano y magnífico día en que su Jefe él era entonces OficialPrimero le había palmeado el hombro y le había dicho: Muchacho, tenemos presupuesto nuevo, con la sonrisa amplia y satisfecha del que ya ha calculado cuántas camisas podrá comprar con el aumento. Un nuevo presupuesto es la ambición máxima de una oficina pública. Nosotros sabíamos que otras dependencias de personal más numeroso que la nuestra habían obtenido presupuesto cada dos o tres años. Y lasmirábamos desde nuestra pequeña isla administrativa con la misma desesperada resignación con que Robinson veía desfilar los barcos por el horizonte, sabiendo que era tan inútil hacer señales como sentir envidia. Nuestra envidia o nuestras señales hubieran servido de poco, pues ni en los mejores tiempos pasamos de nueve empleados, y era lógico que nadie se preocupara de una oficina así de reducida.Como sabíamos que nada ni nadie en el mundo mejoraría nuestros gajes, limitábamos nuestra esperanza a una progresiva reducción de las salidas, y, en base a un cooperativismo harto elemental, lo habíamos logrado en buena parte. Yo, por ejemplo, pagaba la yerba; el Auxiliar Primero, el té de la tarde; el Auxiliar Segundo, el azúcar; las tos9
tadas el Oficial Primero, y el Oficial Segundo lamanteca. Las dos dactilógrafas y el portero estaban exonerados, pero el Jefe, como ganaba un poco más, pagaba el diario que leíamos todos. Nuestras diversiones particulares se habían también achicado al mínimo. Íbamos al cine una vez por mes, teniendo buen cuidado de ver todos diferentes películas, de modo que relatándolas luego en la Oficina, estuviéramos al tanto de lo que se estrenaba. Habíamosfomentado el culto de juegos de atención tales como las damas y el ajedrez, que costaban poco y mantenían el tiempo sin bostezos. Jugábamos de cinco a seis, cuando ya era imposible que llegaran nuevos expedientes, ya que el letrero de la ventanilla advertía que después de las cinco no se recibían asuntos. Tantas veces lo habíamos leído que al final no sabíamos quién lo había inventado, ni siquieraqué concepto respondía exactamente a la palabra asunto. A veces alguien venía y preguntaba el número de su asunto. Nosotros le dábamos el del expediente y el hombre se iba satisfecho. De modo que un asunto podía ser, por ejemplo, un expediente. En realidad, la vida que pasábamos allí no era mala. De vez en cuando el Jefe se creía en la obligación de mostrarnos las ventajas de laadministración pública sobre el comercio, y algunos de nosotros pensábamos que ya era un poco tarde para que opinara diferente. Uno de sus argumentos era la Seguridad. La Seguridad de que no nos dejarían cesantes. Para que ello pudiera acontecer, era preciso que se reuniesen los senadores, y nosotros sabíamos que los senadores apenas si se reunían cuando tenían que interpelar a un Ministro. De modo que por eselado el Jefe tenía razón. La Seguridad existía. Claro que también existía la otra seguridad, la de que nunca tendríamos un aumento que nos permitiera comprar un sobretodo al contado. Pero el Jefe, que tampoco podía comprarlo, consideraba que no era ése el momento de ponerse a criticar su empleo ni tampoco el nuestro. Y como siempre tenía razón.
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Esa paz ya resuelta y casi definitiva...
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