revolucion rusa
Sin embargo, tras reconocer los prócereshispanoamericanos que el pueblo soberano era una ficción hasta que no hubiera realmente una alfabetización e interés efectivo de tal pueblo por esos asuntos, es decir, hasta que la nación comotal esté constituida y no sea una mera ficción jurídica, cita interesadamente a argentino Sarmiento para afirmar que América, en cuanto a ideologías políticas, no es más que una periferia deEuropa. Así, vendrían de Europa los sufragios capacitarios, donde sólo pudieran votar los ciudadanos alfabetizados (el doctrinarismo de Martínez de la Rosa, Javier de Burgos o Alcalá Galiano, asícomo el de Donoso Cortés y el de Balmes) (págs. 452 y ss.). Incluso Guerra, para reafirmar su chovinismo, señala al final del libro que, ya en el siglo XX, la dictadura de Porfirio Díaz, basada enel progreso social y económico del positivismo, es una nueva ola venida de Francia que conquista el mundo hispánico [sic] (pág. 465). Triste colofón a un libro claramente partidista que, pese aaciertos interesantes, sólo valora como positivo este período de la Historia de España e Hispanoamérica en tanto que se amolde al lecho de Procusto de lo latino y lo afrancesado.
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