Rimbaud
Arthur Rimbaud
Traducido por Oliverio Girondo y Enrique Molina EDICOM, Buenos Aires, 1970 Título original: Une saison en enfer, 1873
La paginación ser corresponde con la edición impresa. Se han eliminado las páginas en blanco
NOTA DE LOS TRADUCTORES
Nuestra devoción por la obra de Rimbaud y por cuanto su nombre suscita como imagen de la más pura impurarebeldía, quizá no hubiera bastado para decidirnos a enfrentar el riesgo, escasamente inédito, de verter en nuestro idioma Una temporada en el infierno, a los ochenta y cinco años de su aparición.1 Pero, además del hechizo que ejerce la personalidad de Rimbaud y de la deslumbradora belleza de su texto cuya perenne vitalidad ha extendido su influencia sobre casi toda la literatura moderna, nosimpulsó a tomar esta determinación la circunstancia de que las poquísimas traducciones que existen en español,
La primera edición de esta traducción fue editada en 1959 (N. del E.).
1
9
además de ser deficientes, se encuentran agotadas. No desconocemos la responsabilidad que implica una tarea tan ardua y arriesgada. Pese a la humilde dedicación con que la hemos realizado, es posible que, condemasiada frecuencia, no hayamos encontrado la más valedera solución a los múltiples problemas que ella plantea. Además de los que ofrece cualquier traducción, se añaden, en el caso de Rimbaud, los provocados por la incandescencia y la extrema tensión que de continuo alcanza su poesía. Nacen otros de la riqueza polifónica de sus resonancias y modulaciones, de los relampagueos de su ritmo interior y,mucho más aún, del extraordinario poder de síntesis que logra su estilo, mediante el empleo de las más violentas contracciones y de la supresión de imprescindibles nexos sintácticos; licencias que obedecen a perentorios designios expresivos o responden a una lógica más profunda que la gramatical. Agréguese a todo esto el uso —y el abuso— de interjecciones, modismos y frases hechas que no siempreposeen una estricta equivalencia en
10
nuestra lengua, y se percibirán las dificultades de trasvasar a ella, o a cualquiera otra, la vertiginosa fuerza de encantamiento de una obra, sobre la que puede afirmarse, sin temor a exagerar, que es una de las más bellas del mundo. Aunque ello agrave nuestra responsabidad, advertiremos, sin embargo, que, frente a todas estas dificultades, ciertascaracterísticas del estilo rimbaudiano hacen que se preste, particularmente, a ser vertido al español. Demasiado evolucionado, lleno de frases hechas, de lugares comunes y de modos expresivos esteriotipados, es el francés un idioma esencialmente lógico y discursivo. Ningún otro, quizá, logre expresar mejor los más variados matices de una idea, las más sutiles graduaciones de un sentimiento. Pero en suafán de ceñirlo todo, como una malla, pierde consistencia, peso, densidad, y, demasiado transparente —y hasta delicado por demás—, prefiere, con excesiva frecuencia, la gracia y el “espíritu de finura”, al ímpetu y al vigor. Sin extremar las repercusiones del enorme esfuerzo que Rimbaud debió realizar,
11
para tonificarlo e infundirle todo el calor —y el color— que requería cuanto anhelabaexpresar, parece lícito suponer que esta constante insatisfacción contribuyó, de alguna manera, a provocar —entre otros trascendentales y cuantiosos motivos— la profunda crisis espiritual que terminaría por decidirlo a no escribir nunca más. Insistiremos, en todo caso, en subrayar algunas particularidades del español que se adaptan, según nuestra opinión y en cierto sentido por lo menos, al espírituy al estilo rimbaudianos. No ayudamos, tan sólo, a su riqueza, a su poder expresivo, ni a su libérrima sintaxis. Nos referiremos también al ascetismo de su construcción, cuya austeridad le permite prescindir del constante empleo de muletillas tan inútiles, como los pronombres personales, antes del verbo, en que necesita apoyarse el francés, y nos referimos, más que nada, a la férrea sonoridad...
Regístrate para leer el documento completo.