Roberta e Isidoro

Páginas: 9 (2113 palabras) Publicado: 4 de julio de 2014


Jirón Cailloma -654-
«…ya en mayo rara vez amanece con vísperas de claros rayos dorados; pues, en su lugar, el invierno va entronando sus borrascosos y taciturnos ánimos sobre nuestra enferma Lima, limitando, drásticamente, los largos paseos que fuera a dar en tiempos más apacibles, ¿recuerdas? Hoy, pues, me arde agriamente la garganta; y truena, de cuando en cuando, algún estornudo quederriba mis desquiciadas facultades, las errantes proyecciones de mi espíritu…»
Garuaba fuera e Isidoro, postrado en cama, versaba su situación frente al próximo invierno. Cuajaba verdoso un lánguido líquido desde sus narices; su mirada casi rendida se sumergía en las reflexiones que iba dando a veinte centímetros del papel. Su habitad estaba pobremente alumbrado por una pequeña lámpara y por elgrisáceo cielo de media tarde, en el quinto piso de aquel viejo, tétrico, lúgubre, emponzoñado, olvidado y sucio edificio de la sexta cuadra del Jirón Cailloma, en el centro de Lima. Ya era costumbre que, Isidoro, estando a los pies de aquel monumento histórico tomado por hogar, echara un vistazo hasta sus límites; y siempre cruzaba como flecha por sus soliloquios el mismo pensamiento: “Se parece ami abuelo, el viejo Félix. Que en paz descanse, donde sea que haya muerto”.
«…y ni tú ni nadie, ¡bendita mujer! ¡Ardoroso recuerdo desbordante de humanos fluidos; ni tú, mujer tantas veces mía! Ahora lejana, lejana circunstancia azarosa de esta “solísima” vida. Ni tú ni nadie hoy auguran algún poco de energía en esta estancia pútrida e indefinida, en este infierno lleno de silencio, germen de lalocura, habitáculo de lo desconocido. ¿Cómo? Cómo nadan entre tus pensamientos los más crueles procesos de dolor, cómo logras dar tantos pasos indiferentes, tanto “adiós” sin palabras; cómo logras engendrar tanta pena con tu solo silencio, y ¡cómo brama tu fugitiva traición distancia tan…»
Vencido por la presión de su explosiva sangre que circulaba, soltó el lápiz, se dispuso a apagar su únicaeléctrica lumbre, cogió su gran taza de té con limón e iba meditando largamente frente a su ventana. Se había hecho ya de noche y ni luz de luna, ni gas de sodio abordaban su habitación; y en lo obscuro, en lo negro, iba recordando amargamente los sucesos dados hace ya ochenta y cuatro días, contados uno por uno afanosamente, y que le embargaban de emoción hasta suspirar. Sus ojos se le iban haciendocomo lagunas, cristalinas burbujas hechas de rencor, dos esferas sumidas en el recuerdo de la mencionada mujer. Dormitando, absorto, descansaba su semblante sobre la palma derecha. Dejando de lado el sonido de los chillantes cláxones de cuanto auto cruzase por su avenida, atendía sus cada vez más fuertes latidos; y en lo férreo de su posición, percibíase un ligero vibrar, un violento accionarahogado en la resignación de no tener más que hacer frente a la situación en la que se hallaba. No obstante, no tenía mucha idea de lo que en realidad sucediera con ella, con ellos, con nadie. Y fuera de sí, muy fuera, se proyectaba enteramente a los sucesos:
Seis cuarentisiete de la tarde. Martes.
─…y si así fuera, no tendría en absoluto, él, alguna cercanía conmigo, solo de conocidos, y nadamás que de conocidos. Estás demente, Isidoro, has llegado muy lejos ─iba diciendo Roberta, maquinal, maliciosamente─. Por eso me largo de aquí. ¡Suéltame! ¡Suéltame! Yo no quiero nada, ya nada contigo, ¡y ya!
Los violentos intentos de huida resquebrajaban la paciencia de Isidoro, mientras la sujetaba con todas sus fuerzas, en un abrazo lleno de dolor, y más aún de amor. Cada palabra que llegaba asus oídos le fustigaba terriblemente el orgullo. Pero seguía, al trote, queriendo penetrar entre los pensamientos de su chica, como quien se creyera un espía.
─Te vi, mujer, te vi ─dijo, susurrando entre sus lacios cabellos─; el jueves aquel en que me negaste verte, yo te vi. Deja ya de decir mentiras ¡deja ya de traicionar lo nuestro!─la cogió del cuello, cariñosamente, y continuó: ─ ¿Adónde...
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