Robinson crusoe

R O B I N S O N D A N I E L

C R U S O E D E F O E

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CAPÍTULO I LA IRRESISTIBLE VOCACIÓN DE ROBINSON Nací en el año 1632 en la ciudad de York, adonde mi padre se había retirado después de reunir una regular fortuna haciendo negocios.Tenía yo dos hermanos mayores; uno, era teniente coronel de un regimiento de infantería comandado por el famoso coronel Lockart, y fue muerto por los españoles en la batalla de Dunkerque. En lo que respecta al segundo, nunca supe que fue de él ni tuve más conocimiento de su destino, igual que mi padre y mi madre habrían de ignorar el mío tiempo después. Como era yo el tercer varón de la familia yno había aprendido ningún oficio, pronto comencé a forjar toda clase de proyectos. Mi padre, que para aquel entonces tenía ya bastante edad, me había dado una sólida educación, ya dictándome lecciones él mismo, ya enviándome a una excelente escuela pública. Él quería que estudiara leyes, pero mis planes eran otros: sólo me dominaba el deseo
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de surcar los mares.Esta inclinación se oponía tan terminantemente a la voluntad de mi padre, y yo me volvía tan sordo a los ruegos de mi madre, que una especie de fatalidad parecía arrastrarme secretamente hacia el sufrimiento y la miseria; y sin embargo, las advertencias de mi padre eran acertadas y debieron haberme hecho renunciar a mi obstinado propósito. Una mañana mi padre me llamó a su dormitorio, donde estabamomentáneamente confinado por causa de la gota, y me habló acerca de mis propósitos con verdadero enojo. Quería conocer las razones que me movían a dejar la casa paterna y mi patria, donde con toda seguridad me esperaba un gran porvenir y una vida agradable. Me exhortó, en términos apremiantes, a no lanzarme sin reflexionar a empresas peligrosas, de las que, por fortuna, mi nacimiento y mieducación me deberían preservar. Me hizo ver que no necesitaba salir a ganarme la vida lejos de allí, y que él haría todo lo posible para facilitarme una profesión honorable; además, consideraba que si aprobaba mi partida, contribuiría a mi perdición. Finalmente, afirmó que bastante tenía con el funesto ejemplo de mi hermano mayor, a quien también había tratado de disuadir para que no participara en laguerra de Flandes, y aseguró que aunque nunca dejaría de rogar por mí, se atrevía a anunciarme que si yo daba ese mal paso, Dios no me bendeciría y que en el. porvenir tendría tiempo de sobra para
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reflexionar acerca del significado de sus palabras; sólo que, naturalmente, ya para ese entonces no habría de contar con el consuelo de nadie. Este discurso resultóverdaderamente profético, aunque, desde luego, es fácil suponer que él no lo hubiera deseado así, y yo noté que al finalizarlo, abundantes lágrimas corrían por sus mejillas, sobre todo cuando hablaba de la muerte de mi hermano; pero cuando dijo que me sobraría tiempo para arrepentirme sin contar con nadie que me consolara, se conmovió tanto que tuvo que interrumpirse y me confesó entonces, que susfuerzas no eran suficientes para oponerse a mi voluntad. Sus palabras me afectaron de tal modo, en ese momento, que resolví no pensar más en mis viajes y quedarme en nuestro hogar, respetando su deseo, pero, ¡ay!, por desgracia, tan buenos propósitos pasaron como un relámpago. Entonces, para evitar las reprensiones de mi padre, resolví aleja rme de mi casa sin despedirme. No obstante, no puse enejecución mis planes enseguida. Un día en que mi madre parecía un poco más contenta que de costumbre, la llevé aparte, le dije que mi pasión por ver mundo era indominable, y que mi padre procedería mucho mejor acordándome permiso que forzándome a tomarlo por mi cuenta. Le rogué también que pensara en mis dieciocho años y en que ya era demasiado tarde para iniciar mi carrera con un procurador....