Rodrigué el analista

Páginas: 17 (4129 palabras) Publicado: 16 de mayo de 2013
El Analista de las Cien Mil Horas

Emilio Rodrigué
"Haga una pequeña cuenta conmigo:
Pasé 25 años, como analista, psicoanalizando. Trabajo más o menos 10 meses
por año, descontando feriados, gripes y algunas merecidas rabonas -como
diría Borges en su poema Instantes- en grises mañanas tristes de invierno.
Ritmo enérgico que me lleva al insalubre saldo de cincuenta horas de trabajo
porsemana. Cada mes tiene cuatro semanas y un pucho, pero ese resto no
cuenta. Sumando: 5 por 10, por 50, lo que da 50 mil horas."
Cincuenta mil horas psicoanalíticas. Cincuenta mil horas de cincuenta
minutos. La pila de ceros cría su irrealidad algorítmica, como si dijese que
recorrí un año luz de diván. Millares de minutos hablando y millones de
minutos escuchando o distrayéndome. Océanos mansosy turbulentos de
atención flotante, donde a veces sentí la Gran Interpretación en la punta de mi
lengua mental, arañando casi la comprensión de los grandes enigmas del alma.
Pero también hice muecas invisibles de irritación inesperada. Hubo momentos
en que dudaba de todo, en general y, en particular, de lo que estaba haciendo.
"Fue una aventura".
Así comenzaba mi artículo: 'El paciente delas 50.000 horas', escrito para el
Número de Bodas de Oro del International Journal of Psycho-analysis. La
época: 1970, yo era un mandamás de la IPA. Ese artículo resultó ser mi carta
de despedida de la institución.
Han pasado otros 25 años y calculo, casi sin quererlo, que alcancé las 100.000
horas, a pesar de las sesiones ser más cortas. Pero comencemos por el
comienzo,
punto
de
partidade
este
currículo
nostálgico:
Nací en 1923, Benjamín, séptimo hijo de una familia adinerada que la imagino
feliz. Buen niño, alumno aplicado, cursaba segundo año de medicina cuando
pensé seriamente en colgar el bisturí para criar ovejas en la Patagonia. Como
mi madre no se escandalizó frente a mi desistencia, perplejo, decidí no
desistir.
Mi padre fue figura importante en mi entrada alpsicoanálisis: ateo, bon
vivant, jugador de bridge de torneo; un maestro del ocio. Gran lector, pasaba
las tardes en su escritorio, leyendo la vida de los santos y la obra completa de
Freud.

Y aquí viene mi primera confesión: el portal de entrada al psicoanálisis fue La
mujer frígida de Stekel. Sus escabrosos e improbables historiales me
seducieron, llevándome a desconsiderar las gélidasovejas. Recuerdo el
siguiente caso: una joven con incontinencia urinaria se vio asediada por
alguien fijado en el estadio uretral de la libido. Resultado: un gran romance
con aroma de pipí.
No es sólo por gratitud que recupero el nombre de Stekel. Él fue el padre del
simbolismo y de la neurosis de angustia, pero la historia del psicoanálisis está
repleta de injusticias. Un episodio, contadopor Jones, quemó su reputación.
Se trataba de un ensayo sobre la importancia de los nombres - del nombre del
padre, sería. Stekel reunió una casuística grande de pacientes cuyos apellidos
habían influenciado en su profesión. Cuando Freud, incrédulo, le preguntó
cómo consiguió tantos casos, Stekel respondió, -según Jones- con una sonrisa
tranquilizadora: "Los inventé". Escenario altamenteimprobable, creo más en
la versión indignada que da Stekel sobre este asunto. Digamos de paso que
este tema de inventar historias es endémico en psicoanálisis, comenzando por
Freud en su ensayo sobre Recuerdos Encubridores y el análisis del
lapsus Aliquis, seguido por Hug-Hellmuth y su falso Diario de una
Adolescente, de Anna Freud en su primer trabajo sobre fantasías de
flagelación y de MelanieKlein analizando a sus hijos.
Comencé a analizarme, con Arnaldo Rascovsky, cuando tenía 20 y cursaba el
tercer año de medicina. Todavía estudiante entré en los seminarios y tome la
primera paciente, una enferma de Cushing, en estado terminal caquéctico.
Aquí cometí tal vez el mayor error clínico de mi carrera: la paciente, agónica,
pidió que le tomara la mano y yo, novicio, asustado, negué...
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