Roger Zelazny Divina Locura 1966

Páginas: 10 (2288 palabras) Publicado: 24 de octubre de 2015
DIVINA LOCURA
ROGER ZELAZNY
—...yo que lo es Esto, ¿embelesados oyentes como plantarse hace las y errantes estrellas las a
conjura pena de frase Cuya?...
Sopló humo por dentro de su cigarrillo y éste se hizo más grande.
Miró al reloj y se dio cuenta que las saetas andaban hacia atrás.
El reloj le dijo que eran las 10:33 yendo hacia las 10:32 de la noche.
Luego le sobrevino aquella especie dedesesperación, porque sabía que no podía hacer nada para
evitarlo. Estaba atrapado, moviéndose a la inversa por toda la secuencia de acciones pasadas. De algún
modo se había pasado por alto el aviso.
Normalmente existía un efecto de prisma, un fogonazo de estática rosada, una especie de sopor, luego
un momento de percepción elevada...
Pasó las páginas de izquierda a derecha, los ojos siguiendo laslíneas escritas de final a principio.
¿énfasis tal comporta pesar cuyo él es Qué?
Impotente, allí detrás de sus ojos, contempló cómo se comportaba su cuerpo.
El cigarrillo había alcanzado toda su longitud. Hizo un chasquido con el encendedor, que absorbió la
punta encendida, y luego sacudió el cigarrillo apagado y lo devolvió al paquete.
Bostezó a la inversa: primero una exhalación, luego unainhalación.
No era real... le había dicho el doctor. Era pena y epilepsia conjugándose para formar un síndrome nada
común.
Ya había sufrido otros ataques semejantes. El Dilantin no le causaba el menor efecto. Se trataba de una
alucinación locomotriz postraumática provocada por la ansiedad, precipitada por el ataque.
Pero él no creía en eso, no podía creerlo... no después que hubo retirado el libro delatril de lectura, se
puso en pie, caminó hacia atrás por la habitación hacia el armario, colgó su bata, volvió a vestirse con la
camisa y pantalón que usara durante todo el día, retrocedió hasta el bar y regurgitó un martini, trago fresco
tras trago fresco, hasta que la copa se llenó por completo y no se derramó ni una gota.
Notó un fuerte sabor a aceituna y luego todo volvió a sufrir un cambio.
Lasaeta grande marchaba por la esfera de su reloj de pulsera siguiendo la dirección adecuada.
Se sintió libre para moverse a su voluntad.

Eran las 10:07.
Volvió a beber su martini.
Ahora, si era consecuente con el sistema, se pondría la bata y trataría de leer. Pero en vez de eso se
sirvió otra copa.
La secuencia no se repetiría.
Ahora las cosas no sucederían como creyó que habían ocurrido ydesocurrido.
Ahora todo era diferente.
Y así se venía a demostrar que había sido una alucinación.
Incluso la noción que había invertido veintiséis minutos en cada sentido constituía un intento de
racionalización.
Nada había pasado.
No debiera beber, decidió. Puede provocarme un ataque.
Soltó una carcajada.
Todo el asunto, sin embargo, era una locura.
Al recordarlo, bebió.

Por la mañana, como siempre,omitió el desayuno, advirtió que pronto dejaría de ser «por la mañana»,
tomó un par de aspirinas, una ducha templada, una taza de café y dio un paseo.
El parque, la fuente, las niñas con sus pequeños barcos, la hierba, el estanque... cosas que odiaba; y la
mañana, el sol, y los fosos azules alrededor de las impresionantes nubes.
Odiando, permaneció allí sentado. Odiando y recordando.
Sí, estaba alborde del desmoronamiento; entonces lo que más deseaba era lanzarse de cabeza, no
seguir correteando medio adentro, medio afuera.
Recordó el porqué.
Pero la mañana era tan clara, tan clara, y todo tan vivaz y marcado, ardiendo con los verdes fuegos de
la primavera, allí en el signo de Aries, abril...
Contempló cómo los vientos amontonaban los restos del invierno contra la lejana cerca gris y lesvio
impulsar los pequeños barcos del estanque para acabar dejándolos descansar en el lodo poco profundo
donde aguardaban los niños.

La fuente tendía su sombrilla de frescura por encima de los delfines de cobre verdoso. El sol inflamaba
todo cuanto quedaba al alcance de su vista. El viento agitaba una infinidad de cosas.
En enjambre, sobre el cemento, unos pequeños pájaros picoteaban los restos...
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