Rollos

El martes me desperté, me senté en la cama y sentí un gran dolor de cabeza. Me levanté, fui al baño me lavé los dientes, me tomé un migral, volví a la habitación me cambié. Todosalió como si estuviera en modo automático o algo por el estilo, mi mente continuaba dormida divagando sin sentido. Cuando estaba a punto de tomar las llaves que aguardaban sobre lamesa ratona del living atravesé cayendo -literalmente- los 13 pisos que me separaban de la planta baja, es decir, de la salida del edificio. No es una circunstancia por la que antesno haya atravesado, no me sorprende. Más bien me enoja porque estoy obligado a pagar los arreglos de los 13 pisos y 13 cielos raso que rompí. Las primeras 2 o 3 veces se sintieroncomo si la gravedad me reclamara, las veces que le siguieron ya era completamente consciente del peso que cargaba en los hombros, espalda y barriga por sobre todo. Me colgaban desdeallí ex parejas, 2 matrimonios fallidos, mi esterilidad, laburos perdidos, jefes que siempre se atrasan con la paga, sueños reprimidos, el abandono de parte de mi viejo y la muertede mi vieja, mi necesidad de comida, de techo, de amor, de contención, la vez que me desvalijaron la casa, cuando me remataron el departamento en San Isidro, cuando choqué, cuandole robaron a mi hermano y lo fajaron, cuando vi en las noticias el secuestro de una nenita de 12 años, el asesinato de una pareja de pobres viejitos, la injusticia en todas susformas y los crímenes de lesa humanidad… mi caótico mundo. Ni con la mejor dieta ni con el mejor psicólogo pude superar estas cosas, por lo visto. Me sigo cayendo, estoy muy pesado. Hoyen lugar de ir a trabajar a la fábrica, me voy para el psiquiatra a ver que hacemos. Si tuviera un poco más de guita iría directo a un cirujano y al carajo con mis ‘rollos’.