Roma

Páginas: 44 (10882 palabras) Publicado: 16 de julio de 2011
Indro Montanelli

HISTORIA DE ROMA

ÍNDICE

CAPÍTULO I AB URBE CONDITA 5

CAPÍTULO II POBRES ETRUSCOS 8

CAPÍTULO III LOS REYES AGRARIOS 12

CAPÍTULO IV LOS REYES MERCADERES 16

CAPÍTULO V PORSENNA 20

CAPÍTULO VI SPQR 24

CAPÍTULO VII PIRRO 28

CAPÍTULO VIII LA EDUCACIÓN 31

CAPÍTULO IX LA CARRERA 34

CAPÍTULO X LOS DIOSES 37

CAPÍTULO XI LA CIUDAD 40

CAPÍTULO XIICARTAGO 44

CAPÍTULO XIII RÉGULO 47

CAPÍTULO XIV ANÍBAL 50

CAPÍTULO XV ESCIPIÓN 54

CAPÍTULO XVI GRAECIA CAPTA... 57

CAPÍTULO XVII CATÓN 61

CAPÍTULO XVIII FERUM VICTOREM CEPIT 64

CAPÍTULO XIX LOS GRACOS 68

CAPÍTULO XX MARIO 72

CAPÍTULO XXI SILA 75

CAPÍTULO XXII UNA CENA EN ROMA 79

CAPÍTULO XXIII CICERÓN 82

CAPÍTULO XXIV CÉSAR 85

CAPÍTULO XXV LA CONQUISTA DE LASGALIAS 88

CAPÍTULO XXVI EL RUBICÓN 91

CAPÍTULO XXVII LOS IDUS DE MARZO 94

CAPÍTULO XXVIII ANTONIO Y CLEOPATRA 97

CAPÍTULO XXIX AUGUSTO 100

CAPÍTULO XXX HORACIO Y LIVIO 103

CAPÍTULO XXXI TIBERIO Y CAL1GULA 106

CAPÍTULO XXXII CLAUDIO Y SÉNECA 109

CAPÍTULO XXXIII NERÓN 112

CAPÍTULO XXXIV POMPEYA 115

CAPÍTULO XXXV JESÚS 117

CAPÍTULO XXXV LOS APÓSTOLES 120

CAPÍTULOXXXVII LOS FLAVIOS 123

CAPÍTULO XXXVIII ROMA EPICÚREA 126

CAPÍTULO XXXIX SU CAPITALISMO 129

CAPÍTULO XL SUS DIVERSIONES 132

CAPÍTULO XLI NERVA Y TRAJANO 135

CAPÍTULO XLII ADRIANO 138

CAPÍTULO XLIII MARCO AURELIO 141

CAPÍTULO XLIV LOS SEVEROS 144

CAPÍTULO XLV DIOCLECIANO 147

CAPÍTULO XLVI CONSTANTINO 150

CAPÍTULO XLVII EL TRIUNFO DE LOS CRISTIANOS 153

CAPÍTULO XLVIIILA HERENCIA DE CONSTANTINO 156

CAPÍTULO XLIX AMBROSIO Y TEODOSIO 159

CAPÍTULO L EL FIN 162

CAPÍTULO LI CONCLUSIÓN 166

CRONOLOGÍA 168

A Susina Moizzi

A LOS LECTORES

A medida que esta Historia de Roma salía por capítulos en Domenica del Corriere, comencé a recibir cartas cada vez más indignadas. Se me acusaba de ligereza, de despotismo, y, por algunos, francamente de impiedadpor mi modo de tratar un tema considerado sagrado.

No me sorprendí, porque, en efecto, hasta ahora, para hablar de Roma, en italiano, no se ha usado más estilo que el áulico y apologético. Mas estoy persuadido de que precisamente por esto bien poco ha quedado en la cabeza del lector y que, terminado el bachillerato, entre nosotros casi ninguno siente la tentación de refrescarse el recuerdo deella. No hay nada más fatigoso que seguir una historia poblada tan sólo de monumentos. Y yo mismo debí luchar no poco contra los bostezos cuando, cayendo en la cuenta de haber olvidado años ha todo o casi todo, quise volverla a estudiar desde el principio. Hasta que topé conSuetonio y con Dión Casio que, habiendo sido contemporáneos de aquellos monumentos, o por lo menos coevos, no alimentaban paracon ellos un respeto tan reverente y timorato.

Siguiendo sus huellas, acabé hojeando también todos los demás historiadores y cronistas romanos. Y fue como dar vida a la piedra. De golpe, aquellos protagonistas que en la escuela nos presentaron momificados en una actitud, siempre la misma, no de hombres, sino de símbolos abstractos, perdieron su mineral inmovilización, se animaron, se colorearonde sangre, de vicios, de flaquezas, de tics y de pequeñas o grandes manías; tornáronse, en suma, vivientes y verdaderos.

¿Por qué habríamos de tener más respeto a esos personajes que el que les tuvieron los propios romanos? ¿Y se les hace un gran favor dejándoles sobre el pedestal en una fría sala de museo, que sólo tos escolares, por motivo de exámenes, son conducidos a visitar obligados porel maestro? Conozco a jesuítas que, sin faltar a la ortodoxia, han escrito hagiografías libres de prejuicios, donde los santos aparecen como eran, hombres entre hombres, con sus terquedades y rarezas. El hecho de que muchos de ellos hayan cometido errores y que todos indistintamente hubiesen estado tentados de cometerlos, no quita nada a su santidad. Al contrario. Jesucristo hizo un apóstol de...
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