Rousseau Y La Democracia. Entrevista Imaginaria.

Universidad Nacional de Entre Ríos
Facultad de Ciencias de la Educación
Licenciatura en Comunicación Social

Corrientes del Pensamiento Contemporáneo


Trabajo Práctico Nº 8

Tema: Entrevista creativa imaginaria. Jean-Jacques Rousseau


Cuerpo docente:
Prof. Gustavo Lambruschini
Prof. Annabella Saavedra
Prof. Mariana Geniz
Prof. Diego Dumé
Lic. Leandro Drivet
Lic. Franco GiordaLic. Alexis Chausovsky
Téc. Ailén Heredia

Alumna: Geraldine Brezán
DNI: 36.567.273
Matrícula: 91292101018



Fecha de entrega: miércoles 22 de junio de 2011
Por ser músico, por querer saber, por ser mujer.

La música empezó a sonar. El director de la orquesta estaba parado, de espaldas al público. Los primeros compases nos sedujeron con su huella de acordes dominantes queinvocaban tensión y obligaban a estar atento. Se desprendió la melodía a cargo del violín, mientras que el contrabajo desde atrás marcaba los bajos. Las flautas traversas hacían sonidos breves y fuertes que se acoplaban en tan buena acústica.

Era un 18 de octubre. Estábamos con mi hermana melliza, Rocío en el teatro Primero de Mayo de Santa Fe. Juntas habíamos ido a gozar del buen arte ya que eranuestro cumpleaños. Todo parecía normal, hasta que dejó de serlo.

La obra seguía su rumbo. El director hacía bailar su batuta mientras movía sus brazos con energía y fuerza. Se podía distinguir una tonalidad mayor que avivaba la composición y la llenaba de sostenidos. En cierto momento, las figuras musicales empezaron a disminuir su valor y daba la sensación de ir más rápido. Los instrumentosse sumergieron en un mar de semicorcheas, y el director parecía querer volar con tanta euforia, tanta pasión. Hasta que después de unos compases, llegó el silencio de blanca: dos tiempos que ahogaron los aplausos de todos. Se sintió como si una porción de fuerza hubiese caído desde arriba y de pronto, comencé a volar. ¡Comencé a volar! No sé con exactitud si en realidad volé, pero sé que podía vertodo desde arriba. Estaba tranquila hasta que el silencio se apagó y volvió la música. En ese instante, caí con fuerza, y el asiento amortiguó mi caída. Pero había un problema: ya no estaba junto a Rocío y en su lugar había una señora regordeta que vestía demasiado raro y no paraba de hablar en algo que parecía francés. Ella me ignoraba, o por lo menos no me miraba y actuaba como si yo noexistiese. Me asusté muchísimo y me quise ir. Descubrí que nadie podía verme. Y que además, estaba en otro teatro con personas que parecían estar esperando que empiece una función. La desesperación se hizo más grande, y en un momento alguien tocó mi espalda.
—La estaba esperando —dijo un hombre de unos 40 años totalmente despreocupado— quería hablar con usted.
Si antes estaba desesperada, ahora más.Ese señor tenía un aspecto muy raro. Su pelo era blanco y le llegaba a los hombros. Tenía una polera que le cubría el cuello y sobre ella llevaba una especie de sobretodo. Sus pantalones llamaban mucho la atención, eran cortos y hacían resaltar las medias y los zapatos. Lo acompañaba un palo negro largo, que parecía ser su bastón. Los colores con los que vestía eran opacos, iban del púrpura alverde oliva. Había algo peculiar en todo esto: esa persona era la única que podía verme.
—¿Cómo se llama? ¿Quién es usted? ¿Dónde estoy? —pregunté, mientras descubría que para completar el asombro podía hablar y entender a la perfección el francés.
—Mi nombre es Jean-Jacques Rousseau. Soy un escritor, filósofo y músico del siglo XVI. No sé si se dio cuenta, pero la obra que usted estaba escuchandofue escrita por mí. Hoy es 18 de Octubre, pero de 1752. Y está por llevarse a cabo la presentación de mi ópera El Adivino de la Aldea. Estamos en Francia en el teatro de la Corte —dijo de manera explícita.
No entendía nada, no quería pensar porque eso habría de empeorar las cosas. Sólo me dispuse a confiar. Él me hizo señas para que lo síga, y así fue. Todas las personas con las que se...