Rudiger Safranski El Espíritu Del Romanticismo
Rüdiger Safranski*
Dos siglos y medio después de Colón y un siglo antes del lema de Nietzsche -«¡Filósofos, a la mar!»-, en un aventurero del espíritu germinó la necesidad de hacerse a la mar e irrumpir en lo terrible que existe en la realidad. El 17 de mayo de 1769, Johann Gottfried Herder se despide de su comunidad con estas palabras: «Mi única intención es conocer desde másperspectivas el mundo de mi Dios». Herder partió a bordo de una nave que llevaba centeno y lino a Nantes, aunque para él mismo la meta del viaje era incierta todavía. Pensaba en la posibilidad de desembarcar en Copenhague, pero también en la de cambiar de barco en la costa del norte de Francia para dirigirse hacia destinos más lejanos. La incertidumbre le avivaba la imaginación: «Igual que losapóstoles y los filósofos, voy al mundo para verlo sin preocupación».
Hacerse a la mar significaba para Herder cambiar el elemento de la vida, trocar lo firme por lo fluido, lo cierto por lo incierto, conquistar distancia y extensión. También se agitaba la pasión de un nuevo comienzo. Estaba en juego la vivencia de una conversión, un viraje interior, enteramente a la manera como Rousseauexperimentó su gran inspiración veinte años antes, bajo un árbol, de camino a Vincennes: el redescubrimiento de la verdadera naturaleza bajo la corteza de la civilización. Por tanto, antes de que Herder conozca a otros hombres, otros países y costumbres, llega a un renovado conocimiento de sí mismo, de su mismidad creadora. Balanceado por los vientos suaves del mar del Norte, se entrega a la tormentade sus pensamientos:
¡En cuántas esferas hace pensar una nave que fluctúa entre el cielo y el mar! ¡Aquí todo da al pensamiento alas, movimiento y dimensiones atmosféricas! ¡El aleteo de la vela, la nave siempre vacilante, las nubes en lo alto, la inmensidad de la atmósfera infinita! En la tierra estamos atados a un punto muerto y encerrados en el círculo estrecho de una situación... ¡Alma mía!,¿cómo te encontrarás cuando salgas de este mundo?
Herder escribe que se embarcó para «ver el mundo», aunque lo cierto es que al principio ve muy poco, en todo caso el desierto en movimiento de las aguas y algunas líneas de la costa. Encuentra, en cambio, tiempo y ocasión para «destruir» su anterior saber libresco, para averiguar e «inventar lo que pienso y creo». El encuentro con un mundoextraño se convierte en un encuentro consigo mismo. Ahí está lo característico de esta irrupción alemana: a partir de los medios limitados que hay a bordo y en medio de la soledad en alta mar, nuestro predicador, atrapado por la añoranza de la lejanía, engendra para sí mismo un nuevo mundo. No encuentra a ningún indio, no derriba a ningún azteca o el imperio de los incas, no descubre tesoros de oro niesclavos, no emprende ninguna nueva medición del mundo; su nuevo mundo es de tal índole que en un santiamén tomará otra vez forma de libro. Herder, que había dejado atrás «unas estanterías llenas de libros cuyo único lugar era el cuarto de estudio», al final vuelve a ser presa del mundo de los libros, pues también en el barco se regala con proyectos literarios:
¡Qué obra sobre el género humano!,¡sobre el espíritu humano!, ¡sobre la cultura de la Tierra!, ¡sobre todos los espacios! ¡Tiempos! ¡Pueblos! ¡Fuerzas! ¡Mezclas! ¡Figuras! ¡Religión asiática!, ¡y cronología, policía y filosofía!... ¡Todo lo griego! ¡Todo lo romano! ¡Religión del norte, Derecho, costumbres, guerra, honor! ¡Época papista, monjes, erudición...! ¡Política de China, de Japón! ¡Ciencias naturales del nuevo mundo!¡Costumbres americanas, etcétera! ¡Historia universal de la formación del mundo!
Herder se nutrió durante toda su vida de las ideas que habían acudido a su mente en medio del mar en movimiento. Escribió un diario que es un importante documento de literatura y filosofía de la segunda mitad del siglo xviii, aunque las notas compuestas no aparecieron hasta después de su muerte, con el título de...
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