Rumba
COLECCIÓN AUTORES DEL SIGLO XIX
COORDINACIÓN GENERAL DE INNOVACIÓN EN
TECNOLOGÍAS EDUCATIVAS BIBLIOTECA DIGITAL
Diseño de portada:
Primera edición, 2009
Ángel de Campo y Valle
D.R. INSTITUTO LATINOAMERICANO DE LA
COMUNICACIÓN EDUCATIVA
Calle del Puente #45 Col. Ejidos de Huipulco 14380 México D.F.
Coordinación General de Innovación en Tecnologías Educativas
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Hecho en México
La rumba
Primera edición
Ángel de Campo y Valle
INSTITUTO LATINOAMERICANO DE LA
COMUNICACIÓN EDUCATIVA
I
La iglesia era una ruina; el terciopelo del musgo bordaba las cornisas, daba
tintes negruzcos a la cúpula y descendía en alargadas manchas hasta el piso
como si fuera el rastro de secularesescurrimientos de lluvia.
Se perfilaba tristemente su torre sin campanas en el incendio de la púrpura
vespertina; recortábase como una filigrana en el horizonte, bocas de fragua
parecían o sus ventanas ojivales y ligera red de alambres sus enmohecidas
rejas. Diríase que era una momia, oscura, con huellas de lepra, respirando
muerte si algunos pájaros en festivo grupo no alegraran el silencio delabandonado campanario. Abatíanse en los florones de la cúpula, aleteaban
en la torcida cruz, picoteaban el libro abierto que tenía en la mano un
santo de cantería, y atronaban entrando al coro —por los vidrios rotos o
viajando de una enorme cuarteadura llena de nidos al alambre del teléfono
y de ahí a un árbol de pirú, que lloraba sus frondas cargadas con racimos
de coral sobre los arcos dela casa del cura.
Siempre estaba cerrada por falta de culto. Los domingos, repicaba su campana rajada llamando a la única misa que se celebraba: la de doce.
Alzábase carcomida sobre el enjambre de casucas miserables del suburbio
y haciendo más grande la soledad de La Rumba, inmensa plazuela que se
extendía a su frente y en la cual desembocaba un dédalo de oscuras callejuelas.
La Rumba teníafama en los barrios lejanos; contábase que era el albergue
de las gentes de mala alma; una temible guarida de asesinos y ladrones, y
citaban el nombre de un Florencio Carvajal, que debía siete vidas; Marcos
Pezuela, zapatero, había envejecido en Belén y después de extinguir su condena se había refugiado en aquel vivero de malhechores.
Y era triste aquel lugar enorme, desierto; una fuente secaque servía de muladar era el centro; los desechos de todo el vecindario: ollas rotas, zapatos
inconocibles, inmundicia, hasta ramos de flores marchitas de la parroquia
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se hacinaban en aquella fuente, de la que surgía una cruz de piedra, que
conservaba pedazos de papel dorado, colgajos de papel de China y una
podrida guirnalda de ciprés, restos quizá de alguna fiesta, destruidos por lalluvia, el viento y la intemperie.
Un chopo escueto se bamboleaba a su lado, tan falto de frondas y llenos de
varejones, que parecía una escoba de ramas secas enterrada en el polvo.
En derredor corría un círculo de casas. Bajo un portal estaba un tenducho:
La Rumba; en una esquina la pulquería Los ensueños de Armando; en las
enmohecidas rejas de la casa menos vieja y en el fondo de un pizarrón,el
blanco letrero de Amiga Municipal; una maderería elevaba hasta el cielo
una pirámide de tablones que sobresalían de las tapias, y más allá arrojaba
un penacho de humo la negra chimenea de no sé qué fábrica.
Reinaba un profundo silencio en aquel lugar; llegaban confusos los toques
de corneta del cuartel cercano. De un lado a otro no podía distinguirse a
una persona y aparecía como unamancha amarilla el tranvía que desembocaba del callejón del Tecolote.
Sonaban lejanos, metálicos, los martillazos de una herrería: la de Cosme
Vena, que se adivinaba en la acera contraria por el manchón rojizo de las
ascuas en el fondo de una casuca.
Raros eran los transeúntes: el cura que atravesaba de la parroquia a la
tienda; a las once, los soldados que hacían la limpieza de los caballos...
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