Rutinas
El trabajo, aún y sencillo en cuanto a procedimientos,era realmente cansado; los tablones pesaban muchísimo, tenían astillas, me faltaba práctica con el martillo, etc. La familia se había ido a la ciudad a buscar comida, así que no tenia quien me ayudara.Solo tenía la compañía de Laica, mi fiel perra.
Fue en ese momento cuando sucedió la terrible desgracia: tenía el tablón en mis manos y lo estaba colocando en la parte más alta de la puerta, dejéel tablón apoyado en el que está justo debajo y fui a buscar los clavos para fijarlo. Al comenzar a caminar no me di cuenta de que, en el suelo, había una cosa que antes no vi: un excremento de perro.En el último momento intenté esquivarlo pero no pude, lo aplasté por completo con el zapato y tuve tan mala fortuna de resbalarme y pegar con la cabeza en la puerta del granero, haciendo caer así eltablón suelto que me impactó en todo el pecho fracturándome la caja torácica y causándome heridas mortales en los pulmones y el corazón.
Tuve muy mala suerte, las heridas eran suficientemente gravescomo para matarme, pero no lo suficiente para evitarme la lenta y dolorosa agonía que viví, además, la familia no llegaría a tiempo para despedirme de ellos.
Yo me encontraba sufriendo e incapaz dequitarme el tablón de encima, pero con el tiempo notaba que el dolor se iba marchando. Pero no eran buenas noticias, me fallaba el riego sanguíneo y eso hacía que mi cerebro se fuese apagando. Cuandoestaba a punto de perder el sentido, Laica empezó a ladrarme y me hizo despertar un poco, ya no sentía dolor y tenía la mente despejada, sabía que no me quedaba mucho tiempo, pero en ese momento solo...
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