Sábato en Villa Urquiza

Para concurrir a la ceremonia en la que se impuso su nombre (elegido y consensuado entre alumnos y docentes) a la biblioteca escolar de los colegios EMEM números 1, 2 y 3, Ernesto Sábato debiólevantarse de la cama, refugio obligado para sanar una pertinaz bronquitis que lo disuadió de no prescindir de una bufanda la tarde del 27 de noviembre, dia de la esperada ceremonia, que se llevó a cabo enel primer piso del establecimiento escolar que hace esquina en Triunvirato y Pedro I. Rivera. Acostumbrado a otras “bronquitis”, más éticas que bacterianas, el célebre autor de «El Túnel» y «Sobrehéroes y tumbas» (acaso sus novelas más conocidas y mejor logradas) no se privó, en la oportunidad, de desubicar intelectualmente a más de un desprevenido que esperaban encontrarse con un “viejito”complaciente, más preocupado por eternizar los laureles que se supo conseguir que en cuestionar(se), como un kamikaze solitario, los supuestos axiomáticos sobre los que descansa la estructura de lacivilización occidental: la idolatría de la ciencia, el progreso tecnológico, el poder, la burocracia eclesiástica. Con un tono entre indignado y “de vuelta”, se despachó contra las Fuerzas Armadas de ladictadura militar, ironizó con un equívoco del presidente, adjetivó como “canallesca” la trayectoria de Bernardo Neustadt y, entre aplausos y desconciertos, se definió como un anarco-cristiano,franciscana postura que, paradójicamente, despertó la inmediata adhesión de buena parte de los presentes, cuyas simpatías incondicionales por “el maestro” eran, a esa altura, inversamente proporcionales a unjuicio crítico de su discurso.
Con la presencia de las autoridades de los tres turnos —Haydée Baghino, rectora del «Saavedra», el profesor Cittadini, por el «Rawson», y los bibliotecarios RodolfoZabala, Marta Campo y Noemí Leyró, de los turnos mañana, tarde y noche—, docentes, vecinos del barrio y un auditorio mayoritariamente juvenil conformado por los alumnos, el salón bibliotecario se vio...