Esto se me hizo presente dos días después cuando, en compañía de Flora, partí a conocer al caballerito, como decía la señora Grose; y mucho máscuanto que un incidente, acaecido al segundo atardecer, me desconcertó profundamente. Como he dicho, el primer día fue en conjunto tranquilizador; pero,al atar cabos, lo vería con fuertes aprensiones. El correo, que llegó retrasado aquella tarde, trajo una carta para mí que, aunque de puño y letra demi patrón, resultó no contener más que unas cuantas palabras y otra carta, dirigida a él, con el sello sin abrir. «He reconocido, por la letra, quees del director del colegio y el director del colegio es un terrible pelmazo. Léala usted, por favor, y entiéndase con él; pero recuerde que no debedecirme nada. Ni una palabra. ¡Yo no tengo nada que ver!» Rompí el sello con gran esfuerzo, tanto que tardé un rato en conseguirlo; al final, llevéla misiva sin abrir a mi cuarto y sólo en el momento de acostarme me atreví a enfrentarme con ella. Mejor hubiera hecho en dejarla para la mañanasiguiente, pues me costó una segunda noche de insomnio. No teniendo a quien dirigirme en busca de consejo, al día siguiente era presa de la angustia; ypor último consideré que más valía confiarme, al menos, a la señora Grose.
-¿Qué significa eso? Que ha sido expulsado el niño del colegio.
Me echóuna mirada que en aquel mismo momento me llamó la atención; luego, palideciendo, hizo un visible esfuerzo por disimular.
-¿No los mandan a todos...?
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