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Páginas: 26 (6401 palabras) Publicado: 10 de noviembre de 2014
CAPÍTULO SEGUNDO
TRÁNSITO DE LA FILOSOFÍA MORAL POPULAR A LA METAFÍSICA DE LAS

COSTUMBRES
Si el concepto de deber que tenemos por ahora ha sido obtenido a partir del uso común de nuestra
razón práctica, no debe inferirse, de ninguna manera, que lo hayamos tratado como concepto de
experiencia. Todo lo contrario: si prestamos atención a la experiencia del hacer y omitir humanos
encontramosquejas no sólo numerosas sino (hemos de admitirlo) también justas, por no haber
podido adelantar ejemplos seguros de la disposición de espíritu de quien obra por el puro deber;
hallamos que aunque muchas acciones suceden en conformidad con lo que ordena el deber, siempre
cabe la duda de si han ocurrido por deber, y, por lo tanto, de si poseen un valor moral. Por eso ha
habido en todos lostiempos filósofos que han negado en absoluto la realidad de esa disposición de
espíritu en las acciones humanas y lo han atribuido todo a un egoísmo más o menos refinado,
aunque no por eso han puesto en duda la exactitud del concepto de moralidad. Más bien han hecho
mención, con íntima pena, de la fragilidad e impureza de la naturaleza humana, que si bien es lo
bastante noble como para proponersecomo precepto una idea tan digna de respeto, es al mismo
tiempo demasiado débil para ponerla en práctica, y emplea la razón, que debería servirle de
legisladora, para administrar el interés de las inclinaciones, bien sea aisladamente, bien sea (en la
mayoría de las ocasiones) en su más alto grado de compatibilidad mutua.
En realidad es absolutamente imposible determinar por medio de laexperiencia y con absoluta
certeza un solo caso en que la máxima de una acción, por lo demás conforme con el deber, haya
tenido su asiento en fundamentos exclusivamente morales y por medio de la representación del
deber. Pues a veces se da el caso de que, a pesar del examen más penetrante, no encontramos nada
que haya podido ser bastante poderoso —independientemente del fundamento moral del deber—como para mover a tal o cual buena acción o a un gran sacrificio, sólo que de ello no podemos
concluir con seguridad que la verdadera causa determinante de la voluntad no haya sido en realidad
algún impulso secreto del egoísmo oculto tras el simple espejismo de aquella idea: solemos preciarnos
mucho de poseer algún fundamento determinante lleno de nobleza, pero es algo que nos atribuimosfalsamente. Sea como sea, y aun ejercitando el más riguroso de los exámenes, no podemos nunca
llegar por completo a los más recónditos motores de la acción, puesto que cuando se trata del valor
moral no importan las acciones, que se ven, sino sus principios íntimos, que no se ven.
A esos que se burlan de la moralidad y la consideran una simple ensoñación de la fantasía humana
llevada más allá de símisma a causa de su vanidad no se les puede hacer más preciado favor que
concederles que los conceptos del deber (como todos los demás, según les hace creer su comodidad)
se derivan única y exclusivamente de la experiencia, pues de ese modo, en efecto, se les ofrece un
triunfo seguro. Por amor a los hombres voy a admitir que la mayor parte de nuestras acciones son
conformes al deber; pero sise miran de cerca los pensamientos y los esfuerzos, se tropieza uno por
todas partes con el amado yo, que continuamente se destaca y sobre el que se fundamentan los
propósitos, y no sobre el estrecho mandamiento del deber, que muchas veces exigiría la renuncia y el
sacrificio. No se necesita ser un enemigo de la virtud: basta con observar el mundo con sangre fría,
sin tomar enseguida porrealidades los vivísimos deseos en pro del bien, para dudar en ciertos
momentos (sobre todo cuando el observador es ya de edad avanzada y posee una capacidad de juzgar
que la experiencia ha afinado y agudizado para la observación) de si realmente se halla en el mundo
una virtud verdadera. Y aquí no hay nada que pueda evitarnos la caída completa de nuestra idea de
deber y permitirnos conservar en...
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