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Páginas: 16 (3851 palabras) Publicado: 19 de agosto de 2014
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Míster Merton se quedó muy desconsolado ante aquel segundo aplazamiento y lady Julia, que tenia en­cargado ya su vestido para la boda, hizo todo cuanto pudo por convencer a Sybil de la necesidad de una ruptura. A pesar del inmenso cariño que Sybil profesa­ba a su madre, había entregado su vida a lord Arthur y nada de lo que le dijo aquélla pudotorcer su vo­luntad.

En cuanto a lord Arthur, necesitó muchos días para reponerse de su cruel decepción y, por espacio de una temporada, tuvo los nervios descompuestos. Sin embargo, recobró pronto su excelente sensatez, y su criterio sano y práctico no le dejó titubear durante mucho tiempo sobre la conducta que debía seguir.

Ya que el veneno había fallado por completo, era preciso emplear ladinamita o cualquier otro explosivo de este género.

Por consiguiente, examinó de nuevo la lista de sus amigos y parientes, y después de maduras reflexiones de­cidió volar a su tío el deán de Chichester. A éste, que era un hombre de gran cultura y talento, le entusiasmaban los relojes. Tenia una colección maravillosa de aparatos para medir el tiempo; colección que abarcaba desde el siglo XV hastanuestros días. Le pareció a lord Arthur que aquella manía del bonachón deán le proporcionaba una excelente base para realizar sus planes. Pero agenciarse una máquina explosiva era ya otra cosa.

El London Director no le daba ninguna indicación respecto a ello y pensó que le reportaría muy poca utilidad dirigirse a Scotland Yard: allí no se enteran nunca de los hechos y movimientos del partidodinamitero sino después de una explosión y, aun entonces, no del todo.

De pronto pensó en su amigo Ruvaloff, joven ruso, de tendencias revolucionarias, a quien conoció el invierno anterior en casa de lady Wíndermere.

Al parecer, el conde de Ruvaloff estaba escribiendo una vida de Pedro el Grande. Fue a Inglaterra con el pro­pósito de estudiar los documentos referentes a la estancia del zar enese país, en calidad de carpintero naval; pero to­dos sospechaban que era agente nihilista y era evidente que la embajada rusa no veía con buenos ojos su presen­cia en Londres.

Lord Arthur pensó que aquél era el hombre que le convenía y una mañana se trasladó a su casa de Blooms­bury para pedirle consejo y ayuda.

-¿Al fin piensa usted ocuparse seriamente de políti­ca? -preguntó el conde deRuvaloff, cuando lord Arthur le expuso el objeto de su visita.

Pero éste, que detestaba las fanfarronadas, se creyó en la obligación de explicarle que las cuestiones sociales no ofrecían el menor interés para él y que necesitaba un explosivo para un asunto puramente familiar.

El conde de Ruvaloff le contempló un momento lleno de sorpresa y luego, viendo que hablaba completa­mente en serio,escribió una dirección en un pedazo de papel, firmó con sus iniciales y se lo dio a lord Arthur, di­ciendo:

-Scotland Yard daría cualquier cosa por conocer esa dirección, mi querido amigo.

-No la sabrá -exclamó lord Arthur echándose a reír. Y después de estrechar cordialmente la mano del joven ruso, se precipitó a la escalera y ordenó a su cochero que le llevase a Soho Square.

Una vez allílo despidió y siguió por la calle Greek hasta llegar a una plaza que se llama Bayle's Court. Cruzó un pasaje y se encontró en un curioso calle­jón sin salida, que parecía ocupado por una lavandería francesa, pues de una casa a otra se extendía toda una red de cuerdas, cargadas de ropa blanca, que agitaba el aire ma­tinal.

Lord Arthur fue derechamente al final de este seca­dero y llamó en una...
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