con el sol aún alto y fuerte como en pleno mediodía, hasta que aparta de pronto la mirada. Sentada como está en la sillita de paja, apoya los codos sobre sus rodillas huesudas, se tapa el rostro con ambas manos y ladea la cabeza. El color moreno de su piel se hace aún más oscuro en los nudillos y resalta las uñas blancas de sus largos dedos. Tiene la piel suave pese a los duros trabajos que hahecho desde niña y un aspecto delicado y naturalmente elegante; tal vez sea por su manera de sentarse, o por la suave redondez de sus caderas o quizás por la delgadez de su pequeña figura. Su pelo oscuro está prolijamente trenzado hacia atrás y atado desde la base de la nuca con unas cintas muy finas de diversos colores que se esconden o aparecen a lo largo de la larga trenza que llega hasta sucintura. Abre apenas los dedos para dejar entre ellos una hendija por la que espía el interior de la casa que desde donde ella está se ve como una boca oscura. Es mitad de adobe, mitad de chapas y está construida en el hueco de sombras formado por un bosquecito apretado de sauces. Le sigue de costado un alero que se continúa con una variedad de hiedra de enormes dimensiones debajo de la cual hay unaespecie de cama que mirada en detalle se descubre formada por varios camastros dispuestos uno al lado del otro, tal vez para aprovechar el lugar, tal vez para conseguir mayor intimidad entre los que descansan. Duermen allí su madre, su padre, sus abuelos maternos y por lo menos siete chicos que van de entre los dos y los dieciséis años. Más que dormidos parecen desmayados -y quizás alguno de elloslo esté, piensa Evelina-. Muchos tienen la boca abierta y un hilillo de baba blanca y seca le corre por la comisura de los labios. Algunas moscas gordas y verdes se posan de tanto en tanto sobre sus piernas o en sus mejillas pero ellos parecen no notarlo porque no se mueven o sólo lo hacen de tanto en tanto, con algún movimiento espasmódico, una especie de vibración enérgica y breve de los dedosde una mano o de un pie, que se agita de pronto e inmediatamente se detiene, pero que es suficiente para que la mosca levante vuelo, con lentitud y morosidad y de inmediato se pose en otro cuerpo más profundamente dormido. Casi todos tienen la piel oscura y a su vez tostada por el sol, lo que los convierte -especialmente a los niños que suelen andar la mayor parte del día con el torso desnudo-, enunas especies de carbones en los que resultaría difícil distinguir los ojos. Sólo tres de los más pequeños tienen el pelo castaño con betas claras, tan distintos del resto que resultan seres extraños y particulares en el conjunto. Evelina los mira a todos desde lejos y envidia el sueño del que gozan pero también sabe que aunque lo intentara no se dormiría. Siente esa tarde que ya ha dormido todolo que tenía que dormir en su corta vida y decide no descansar más. Cierra entonces sus ojos marrones, profundamente oscuros, y los vuelve hacia el río, que ve con todos los detalles aun detrás de sus párpados caídos, como si apenas la separara del afuera la suave textura de una gasa dorada que ondea levemente y forma en sus pliegues, de tanto en tanto, manchitas rojizas que cambian de lugar conrapidez. Sabe que a las cuatro y media pasará el botecito y ella ya tiene decidido que bajará la pequeña barranca y sin poder evitarlo mojará sus pies en la orilla y acomodará los tres pequeños bultos de ropa y mantas que ha hecho sin que la vean. Y se irá con César río abajo, a la ciudad más próxima, donde puedan abordar un autobús que los vaya acercando poco a poco a cualquier otro destino. Lainvitó a irse con él, no sabe bien si a Buenos Aires o a Paraguay, porque tampoco él lo tiene decidido. No es que a Evelina le importe el destino; a ella le da igual. Lo importante será irse. Lamentará, eso sí, no ver ya la selva y el agua todos los días, como lo ha hecho desde niña, y a los niños más pequeños que son como sus hijos, pero no extrañará tanto a sus padres o sus abuelos que nunca la...
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