salud
- Bueno, pues esta es mi casa. Ponte cómoda, yo voy a subir arriba por los Dvd ylos vemos aquí en el salón, con el home cinema. – Dijo el chico.
- De acuerdo, me parece bien – Contesto Ana, un poco nerviosa también.
Mientras Pablo subía las escaleras, Ana se quedó en laentrada, a la izquierda del gran salón presidido por una magnífica pantalla de plasma. Estaba todo un poco oscuro, y vio que la entrada seguía adelante, derivando en un largo pasillo. Ana sentíacuriosidad por ver que había al final del pasillo, pero estaba tan oscuro que no lograba divisar nada, y prefería no pasar dentro, no fuera a ser que Pablo pensase que era una descarada. Aunque, al fin yal cabo, había accedido a ir a su casa, casi sin conocerlo. Estaban solos, ¿Qué pensaría su padre de ella en esa situación? Seguro que de descarada para arriba.
Ana intentaba calmar su nerviosismogolpeteando sobre una mesilla cercana. Notaba que la boca se le estaba volviendo seca, síntoma inequívoco de ese nerviosismo, y deseo que Pablo bajase pronto para pedirle algo de beber, ya que no legustaba nada esa sensación. De repente, como por instinto, Ana se giró en dirección al largo pasillo de la entrada, y le vio. Era un niño pequeño, de apenas cinco o seis años. Rubito, con los ojos vivosy la sonrisa traviesa de quien solo pretende jugar.
Ana se asustó en un principio, porque pensaba que iban a estar solos. Aquello no entraba en sus planes. Pero Pablo debía saberlo, y debía...
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