Samsara

Samsara

Han sido bastantes días de festejo. En las calles los danzantes y los colores carnaval. Rosa, morado, rojo y amarillo, verdaderamente el carnaval anual de mi ciudad. Estoy sentada en calle x esperando el pase de los coches alegóricos, los gitanos con los ulas y alguno que otro animal, en cautiverio, haciendo un truco barato. La luz es opaca y blanca, con una pureza de inocencia. Mehace recordar los carnavales cuando era niña, con mis trenzas rubias y mis sandalias floreadas. Ahora, esperando en la calle x, contemplando como delante del desfile pasan los últimos autos: rojos, azules y blancos; los más flamantes son los rojos, dejando una capa de carmín en mi pupila. Poco a poco se escucha la música de los tambores, con el paso de las campanas de las bailarinas exóticas, con susplumas morado y rojo. La reina del carnaval luciendo tan banal y hermosa año con año, podría jurar que es la misma de hace 15 carnavales. Después de esto iré a casa de Irene, que organizó una pequeña cena por su cumpleaños. Irene es una clase de mujer que no es común: amable, noble, inteligente y siempre se ve radiante. Ire, como le llamo yo, siempre lleva en el semblante un sonrisa engañosa,unos ojos cafés avellana y su cabellera de guerrera, negra y abultada. Ahí pasare la velada con algunos de mis amigos del pueblo. Tomaremos un poco de café, bailaremos con instrumentos en vivo hasta el amanecer y cuando se nos hallan bajado las copas cada quien regresara a sus casas para volver al trabajo. Irene me ha gustado desde que tenía uso de razón. De niñas, cuando nos dejaban solas en lacasa de mi madre, jugábamos a las escondidas. Cada una contaba hasta diez y la que se escondía tenía que dar pequeños aplausos para que la encontraran. Ire, siempre se confundía entre las cortinas terciopelo verde, que caían de los grandes ventanales del salón principal. Sus ojos cafés brillaban con los pequeños destellos del candelabro favorito de mamá, que estaba junto a su sillón que siempreseleccionaba. Atrapaba a Ire, la estrujaba entre mis brazos y se rosaban nuestros cabellos, esponjados por la humedad. Cuando teníamos diez años, la besé sin pudor. Ella al terminar el beso sólo me abrazo.
Los carnavales continuaban, asistíamos juntas a las celebraciones; ver los bailes exóticos y el algodón de azúcar volar por los aires. Tomábamos caipiriña en las pequeñas tiendas de los turistas,quienes nos invitaban a pasar las noches. Nuestros lazos de amistad eran entrañables. La sensibilidad que me causaba en la piel cuando nos besábamos en la cama me hacía vibrar. Recuerdo una noche de campamento. Una fogata y pequeños montones de flores silvestres a nuestro alrededor. Con el sonido de la leña quemándose, a pequeños rechinidos, cerramos los ojos, cada una por su lado. Sin abrazarnos,ni tocarnos. Levantamos los brazos a las ráfagas que ser escurrían por nuestro codos. Rezamos: al diablo, a la vida. Hacer un pacto, una promesa de fraternidad que nos mantuviera juntas. Abrió los ojos, y sacando esa sonrisa engañosa, se abalanzo hacía a mi y pronunció mi nombre con desmedida rabia. Me asusté un poco, le tomé de la cara y con un movimiento brusco la desperté.
La arrastré hastala casa de campar y no se comento nada de aquel suceso al día siguiente. Los años avanzaban con lentitud, el tiempo se fue escurriendo como la miel de abeja: dulce y pegajosa. Yo en su casa o ella en la mía. Nos reíamos de los chistes malos que escuchábamos en la radio. Cuando veíamos la tele estábamos a punto de llorar en apael picado. Distintos colores por los sosteniedo uan hilera de mos .Algunas flores purpuras regadas en delgados petalos, forpapael picado. Distintos colores por los sosteniedo uan hilera de mos . Algunas flores purpuras regadas en delgados petalos, forescenas melodramáticas de las novelas. Nos apasionábamos con héroes imaginarios, que algún día iban a venir a salvarnos de nuestra realidad. Y había algo en el fondo de todo ello como una cruel necesidad y una común...