La carrera intelectual de San Alberto suele dividirse en cuatro etapas. Un primer período teológico, vivido en Alemania y en París (1228-1248); un segundo momento, transcurrido enColonia, en que estuvo interesado por la cultura griega post-romana (Pseudo-Dionisio, por ejemplo), y durante la cual fue además el maestro de Santo Tomás de Aquino (1248-1254); losaños en que anduvo a vueltas con la filosofía aristotélica y con los escritos de Boecio (1254-1270), y, finalmente, la segunda etapa teológica (1270-1280), en la que redactó ya pocasobras, agotado como estaba por tan dilatada e intensa existencia, aunque todavía tuvo fuerzas para dictar su magna Suma de Teología. A todo ello deberíamos añadir su actividaddiplomática al servicio de la Santa Sede (predicador de las Cruzadas), su labor interna como organizador de los estudios dominicanos, y su consagración episcopal para la sede de Ratisbona.No es fácil destacar aspectos del saber científico en que San Alberto haya aportado verdaderas novedades. Fue fundamentalmente un recopilador, un curioso de la especulación, unapasionado de la naturaleza y de la cultura antigua. En algunas disciplinas, su obra no pasa de ser, después de setecientos años, un momento histórico del progreso científico. Susaportaciones más interesantes se hallan en el campo de la filosofía y de la teología, porque preparó el material que habría de usar Santo Tomás para su genial síntesis, que Albertoconoció y defendió, aunque nunca llegó a comprender... Pero en todo caso, San Alberto queda, para nuestra generación, como el testimonio de esa actitud cristiana hacia la ciencia, que JuanPablo II ha subrayado, en su importante discurso en la Catedral de Colonia, abarrotada hasta lo inverosímil por estudiantes y catedráticos alemanes de todas las Universidades.
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