Sangre De Campeones
... un delicado equilibrio de poder entre las fuerzas del bien y del mal...
A la mañana siguiente, no había ninguna carta para Sofía en elbuzón. Pasó aburrida el largo día en el instituto, procurando sermuy amable con Jorunn en los recreos. En el camino hacia casa,comenzaron a hacer planes para una excursión con tienda decampaña en cuanto se secara el bosque.De nuevo se encontródelante del buzón. Primero abrió una cartaque llevaba un matasellos de México. Era una postal de su padre enla que decía que tenía muchas ganas de ir a casa, y que habíaganado al Piloto jefe al ajedrez por primera vez. Y también quecasi había terminado los veinte kilos de libros que se había llevadoa bordo después de las vacaciones de invierno.Y había, además, un sobre amarillo con el nombre de Sofíaescrito.Abrió la puerta de la casa y dejó dentro la cartera y el correo, antesde irse corriendo al Callejón. Sacó nuevas hojas escritas a máquinay comenzó a leer.
Un ser extraño
Aquí estoy de nuevo. Como ves, este curso de filosofía llegará enpequeñas dosis. He aquí unos comentarios más de introducción.¿Dije ya que lo único que necesitamos para ser buenos filósofoses la capacidad deasombro? Si no lo dije, lo digo ahora: LOÚNICO QUE NECESITAMOS PARA SER BUENOS FILÓSOFOS ES LACAPACIDAD DE ASOMBRO.Todos los niños pequeños tienen esa capacidad. No faltaría más.Tras unos cuantos meses, salen a una realidad totalmente nueva.Pero conforme van creciendo, esa capacidad de asombro pareceir disminuyendo. ¿A qué se debe? ¿Conoce Sofía Amundsen larespuesta a esta pregunta?
Veamos: si unrecién nacido pudiera hablar, seguramente diríaalgo de ese extraño mundo al que ha llegado. Porque, aunque elniño no sabe hablar, vemos cómo señala las cosas de sualrededor y cómo intenta agarrar con curiosidad las cosas de lahabitación.Cuando empieza a hablar, el niño se para y grita «guau, guau»cada vez que ve un perro. Vemos cómo da saltos en su cochecito,agitando los brazos y gritando «guau,guau, guau, guau». Los queya tenemos algunos años a lo mejor nos sentimos un pocoagobiados por el entusiasmo del niño. «Sí, sí, es un guau, guau»,decimos, muy conocedores del mundo, «tienes que estartequietecito en el coche». No sentimos el mismo entusiasmo.Hemos visto perros antes.Quizás se repita este episodio de gran entusiasmo unasdoscientas veces, antes de que el niño pueda ver pasar unperrosin perder los estribos. O un elefante o un hipopótamo. Peroantes de que el niño haya aprendido a hablar bien, y mucho antesde que aprenda a pensar filosóficamente, el mundo se haconvertido para él en algo habitual.¡Una pena, digo yo!Lo que a mí me preocupa es que tú seas de los que toman elmundo como algo asentado, querida Sofía. Para asegurarnos,vamos a hacer un par de experimentos mentales,antes de iniciarel curso de filosofía propiamente.Imagínate que un día estás de paseo por el bosque. De prontodescubres una pequeña nave espacial en el sendero delante de ti.De la nave espacial sale un pequeño marciano que se quedaparado, mirándote fríamente.¿Qué habrías pensado tú en un caso así? Bueno, eso no importa,¿pero se te ha ocurrido alguna vez pensar que tu misma eres unamarciana?Es ciertoque no es muy probable que te vayas a topar con un serde otro planeta. Ni siquiera sabemos si hay vida en otrosplanetas. Pero puede ocurrir que te topes contigo misma. Puedeque de pronto un día te detengas, y te veas de una maneracompletamente nueva. Quizás ocurra precisamente durante unpaseo por el bosque.Soy un ser extraño, pensarás. Soy un animal misterioso.Es como si te despertaras de unlarguísimo sueño, como la BellaDurmiente. ¿Quién soy?, te preguntarás. Sabes que gateas por unplaneta en el universo. ¿Pero qué es el universo?Si llegas a descubrirte a ti misma de ese modo, habrás
descubierto algo igual de misterioso que aquel marciano quemencionamos hace un momento. No sólo has visto un ser delespacio, sino que sientes desde dentro que tú misma eres un sertan misterioso como...
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