Sangre De Campeones
-Más o menos. Hay algunas complicaciones. Luego te explico.Tu mamá y yo estaremos en el hospital hasta tarde. Pórtate bien...Obedece a Carmela.-Descuida, papá. Lo haré.Carmela había dejado unplato de guisado sobre la mesa y sehabía metido a su cuarto. Tomé un tenedor y comí el alimento frío.Casi, de inmediato, el teléfono volvió a sonar. Pensé que a papá sele había olvidado decirme algo,pero no era él.-
Hola, “Malapata”.
-¡Lobelo! ¿Qué quieres?-Te llamo para hacer las paces. Me porté grosero contigo. Loreconozco. ¿Olvidamos todo?Desconfiaba de sus palabras. Guardé silencio.-¿Y tuspapás? -preguntó.-No han llegado.-Tampoco mi padrastro está -me dijo -. Invité a varios cuates ami casa. Haremos una reunión. También vendrán chicas. ¿Qué teparece?, ¿fumamos la pipa de la paz?
Quisecolgar el teléfono. Decir “no me interesa” , pero me
faltaba valor para enfrentarme a él.-¿Qué dices?
–
insistió -. ¿Quieres que vayamos por ti?-No.-Felipe, en la fiesta, te daré un regalo paracontentarte. Sabesque tengo mucho dinero. Acompáñanos, aunque sea un rato. Si nollegas pronto, iremos por ti.-Lo pensaré.Colgué el teléfono.
28
Fui a mi recámara y caminé dando vueltas. Las palabrasdel
director del club deportivo me martillaban la mente: “Los viciosos te
llevarán por mal camino, los tramposos te obligarán a mentir, los
groseros te enseñarán a maldecir... ¡Cultiva buenasamistades!”
Era fácil decirlo, pero un chico de doce años necesita sentirseaceptado por sus compañeros. ¡No puede aislarse ni buscarserivales!Miré el reloj. Eran las siete de la noche. ¿Cómo meescaparíasin que Carmela se diera cuenta? Exploré el terreno. La nanaseguía dentro de su cuarto. Sin duda estaba enfadada conmigo.Eso me facilitaría las cosas. Saldría de la casa un par de horas yregresaríaantes de las diez...Aunque Lobelo no me conviniera como amigo, tampocodeseaba tenerlo de enemigo.Tomé las llaves del portón y me escabullí.Caminé por la calle.Cuando llegué a la casa de Lobelo, sentí...
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